Saturday, July 23, 2011

LIVIANDAD



LIVIANDAD
 
 
Sesion de Psicointegración: 03/Sept/2009
De Jorge Raul Olguín.
Habló sobre la actitud en la abundancia y en otras circunstancias, también de formas de hacer servicio.

Hace poco estaba leyendo “Un día de vida” de un autor muy conocido que escribe libros en su mayoría espirituales pero me sorprendió en forma extraña su día, pues lo contaba de una manera muy… liviana, si se entiende, no puedo decir superficial porque puede sonar ofensivo, entonces digo liviana. Contaba su día de una manera liviana.
Entiendo que el dinero es importante en la vida porque vivimos en un mundo físico donde nos tenemos que vestir, abrigarnos, alimentarnos, pagar impuestos, rentar o el afortunado que puede, comprar una propiedad, subsistir. Entonces el dinero es importante pero muchas veces he dicho a conocidos, a consultantes, que si uno se ganara un gran premio –como sucede en algunos países, que hablan de millones y millones en la moneda de cada país- ¿qué haría?
Como no me interesa ser hipócrita -porque dicen que la mentira tiene patas cortas- no es tan cierto eso, hay gente que vive mintiendo y algunos tienen cargos ejecutivos, seguro que viajaría por el mundo, visitaría lugares que aún no conozco, lugares míticos ya sea en América, en Europa, en Asia y lo tomaría mitad como viaje de placer, mitad como viaje de instrucción, no me alcanzaría el disco rígido, el disco duro de la filmadora para grabar todo lo que vería, tendría que guardarlos en copias todas las filmaciones pero ese viaje sería provisorio porque es importante conocer, es importante entender las distintas culturas, es una pena que haya tantos idiomas y que uno no pueda dialogar con tanta gente.
Hace poco, cuando fui a la conferencia del Rav Doctor Michael Langman, me hubiera gustado conversar con él pero yo no sabía su idioma natal y él no sabía castellano. Entonces… y no estaba el traductor de por medio, aparte no es lo mismo un traductor. De la misma manera que tampoco pude hablar con el Dalai Lama porque mi inglés en ese entonces, en el año 1999 cuando lo conocí y lo abracé, era más deficiente todavía que mi inglés actual; o sea que voy haciendo un escalón por año.
Entonces, es una pena, a veces, no poder dialogar con gente de la que uno puede aprender, y mucho. Pero ese viaje no es eterno, ese viaje puede durar… ¿un mes?, ¿dos?, ¿tres?, ¿y luego qué?, ¿luego qué sucede con la vida de uno?
Hay mucha gente que es escéptica en cuanto a los pensamientos altruistas de uno y dicen: “Pero fíjate tú, hombre, una vez que tienes ese dinero te olvidas de todo lo que estás haciendo y te dedicas –como dicen los italianos- a la dolce far niente”. No, porque eso también tiene que ver con el espíritu de cada uno. Mi sueño es poner la gran fundación que tengo proyectada hace tanto tiempo para chicos con capacidades diferentes, poder ayudar a muchos, hacer conferencias semanales en un lugar propio, grande y poder invertir parte de ese dinero en esa ayuda humanitaria.
Una vez le aclaré a un chico español que me dice: “Tú nos colocas en un apuro porque hablas del servicio y no todos podemos hacer servicio. Entonces nos sentimos frustrados al no poder hacerlo”.
Le dije interrogando sutilmente: “¿Y dime porqué no puedes hacer servicio?
-¡Oh!, porque apenas tengo tiempo para mí.
Le respondo: -No se trata de ser médico de guerra, de ir a países en crisis, en Asia, en Oriente medio, en África o emular a la madre Teresa de Calcuta. Se puede hacer servicio de acuerdo a las posibilidades de cada uno; visitar enfermos en los hospitales, ayudar en las escuelas. En mi caso he dado charlas en dos o tres escuelas primarias que les pueden ser útiles o no; eso depende de cómo lo vea cada uno. Pero el servicio es simple: ceder el asiento en un bus, ayudar a un ciego a cruzar la calle, dar el asiento a una embarazada.
-Ah, pero eso no es nada, eso lo hace cualquiera.
-¿Cualquiera? Y siempre me remito –que ya lo he contado por enésima vez- la anécdota cuando iba por avenida Entre Ríos, de Buenos Aires, camino a una oficina que yo alquilaba en ese momento, íbamos a mil por hora –entre comillas- y vemos, de una calle llamada Moreno, a la otra cuadra, que se llama Alsina, a un chico joven con un bastón blanco y vemos amas de casa, obreros, empleados de oficina, ejecutivos, niñas, niños, estudiantes, todos pasaban y Jessica me pregunta: “Pa, ¿quién es el ciego?, ¿el señor que está con el bastón o la gente que cruza indiferente a su lado?
Yo tengo un aforismo que dice: “El ciego puede ver lo que el egoísta no”. Llegamos a su lado, nos pusimos a charlar, no lo tomé del brazo porque en realidad el ciego te tiene que tomar a ti del brazo. Cruzamos avenida Entre Ríos.
Le digo: -¿A dónde vas?
Me dice: -Voy a tomar tal colectivo. -Como le dicen en Buenos Aires a los buses-.
Y le acompañé.
-No, no, no, está bien, déjeme aquí.
-No, no, no, -le digo-. ¿Qué haces?
-Estoy estudiando.
-¡Ah! Pero qué bien.
Hay gente que tiene temor de hablar de la capacidad diferente de la persona. En mi caso no es así, porque uno lo hace con la mejor intención.
Le digo: -¿Siempre has sido ciego?
Me dice: -No, no. Tuve un accidente de casi adolescente.
-¡Oh! –le digo-. Eso es peor. O sea que tú veías.
-Sí. –me dice-.
-Y bueno, qué mérito, el estudiar.
-Sí. Estudio con libros Braille. Y tengo novia.
-¡Ah! ¿Y tu novia es no vidente?
-No, no, ella ve.
-¡Ah!, bueno. Bien. Digo bien porque generalmente es como que las personas ciegas van a determinados clubes o centros donde se contactan entre ellos.
-Sí, ella también estudia. Nos casamos a fin de año.
-¡Ah!, pero buenísimo, buenísimo. Bueno, te deseo lo mejor.
Llegamos a la parada, justo arrimaba el colectivo, nos dimos un apretón de manos, subió, chao y ya no estábamos con Jessica a mil por hora, ya estábamos relajados, como distendidos. Y para mí no fue una pérdida de tiempo, gané; gané porque me sentí exultante.
Otro puede decir: “Pero es una nimiedad, es una cosa insignificante. Ayudaste a una persona, lo llevaste hacia el colectivo, no hiciste nada por él”.
Se supone que no es un gran servicio, es simplemente el compartir un momento con alguien, transmitirle buena vibración y nos serenamos; ya no íbamos a mil por hora. Fuimos a un quiosco –que en Buenos Aires hay a miles- nos compramos dos coquitas de ciento ochenta y cinco centímetros, que en ese entonces costaba un peso cada uno, fuimos tomando tranquilamente por el camino, caminando lentamente y mientras llegábamos a la oficina, que quedaba en Avenida Corrientes y Pasteur, en un barrio llamado Balvanera, pero que la gente lo conoce comúnmente como Once, hablábamos sobre la indiferencia de la gente, la tremenda indiferencia de la gente, no solamente con el joven ciego sino con… con todo: Indiferencia de los maestros que se quejan porque los niños les molestan, porque no hacen las cosas con amor… Yo entiendo que hay niños que verdaderamente –lo digo en chiste- hay que atarlos con cinta de embalar, je!, je!, es un chiste, no lo toméis al pié de la letra, pero si no amamos lo que hacemos, no lo hagamos, no lo hagamos, hacer las cosas forzadas. Sé que más de uno dirá: “Claro, para usted es fácil, pero yo tengo que estar desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde en la fábrica trabajando por unos pesos miserables que no me alcanzan para…”. Ya lo sé. Ya lo sé. Ya lo sé.
Por eso comentaba al comienzo de esta pequeña charla lo de este escritor muy, muy, muy conocido donde cuenta en un diario de Argentina un día de su vida y habla de que se pasea de la ciudad de un país a la ciudad de otro país, seiscientos kilómetros pensando en nada, que se levanta a las diez y quince cada mañana, así empieza su día, se reúne con algunos banqueros –no tengo idea cuándo escribe- habla con su secretaria, después con un ayudante, a ver cómo viene su día, comenta con un amigo ejecutivo: “¡Qué crisis que hay en tal país de Europa del este. Menos mal que yo tengo mi dinero bien guardadito!”. No lo dice exactamente con esas palabras.
¿Liviandad? No lo sé. Yo siempre digo que se trata tampoco de no hacer rol de víctima, de que: “¡Oh!, él tiene, yo no tengo, tú no tienes.” No, no se trata de eso. Cada uno tiene porque lo consigue por mérito propio o porque fue más eficaz o porque fue más listo o porque aunque sus obras sean mediocres es lo que a la gente le interesaba… y bueno; ahora, por ejemplo, nunca me interesó en las sesiones hablar de mi persona, ponerme como ejemplo, pero bueno, en nuestro entorno estamos pasando una pequeña crisis económica por un problema inmobiliario de terceras personas que obraron de muy, muy, muy mala fe y le comentaba a varios consultantes que yo no vendo libros de papel, cuatrocientos en un año no es vender- porque mi propia hija Jessica me decía: “Porque no son de Autoayuda. Porque son de ayudar a otros y a la gente eso no le interesa”. Estoy hablando a nivel general; obviamente que hay gente que gracias a Dios sí le interesa tender una mano a otros- y aparte porque he regalado y estoy gozoso de ello porque lo sigo haciendo -están en la web- más de cien mil, sí; cien mil libros por internet: en formato Word, en formato PDF o directamente lo bajan desde los cientos y cientos de sitios que copian de nuestras website que tenemos. Y pensaba irónicamente –y esto no es rol de víctima- si cada una de las personas que ha leído ese libro donara un Dólar, un Euro, uno, uno; solucionaría con creces ese problema.
Pero bueno, como vuelvo a insistir, no soy hipócrita, no estoy arrepentido de haber dado todo eso. Y como se dice vulgarmente en la jerga legal: “A las pruebas me remito”, es que sigo hasta el día de hoy regalando libros porque quiero que la palabra se difunda. Y la palabra no es una verdad absoluta porque nadie, ni yo ni nadie, tenemos verdades absolutas. La palabra es que “El servicio es amor hecho obra” porque el amor si no se transforma en obra es estéril, es palabra solamente.
Como decía Ricardo Arjona en una de sus canciones: “Jesús es verbo, no sustantivo”. El verbo es acción, el sustantivo, no. Por eso en mi página web y en la del Grupo Elron hay un artículo en dos links que habla de “Ser o hacer”, donde un maestro dice que “Se trasciende siendo” y yo digo que la única manera de Ser es haciendo.
Nunca dejemos de hacer. Nunca.