EL
RENCOR
Sesión de Psicointegración: 04/Oct/2013
De Jorge Raúl Olguín.
El rencor es una figura de los roles
del ego que utiliza la mente reactiva y manipula la mente analítica. El rencor
urde planes para dañar al que le ofendió. El resultado es que el ofendido iguala
o supera en hostilidad al ofensor. El rencor por una ofensa junto con la
venganza para la restitución del daño recibido hace que la persona deje de ser
causa para ser efecto quedando en manos de la circunstancia en la que se ve
involucrado y en manos de quien supuestamente le ofendió. En ese momento podemos
hacernos más daño nosotros mismos al estar fuera de control que el que podamos
recibir del agresor. La tolerancia y tomar distancia es la clave para no causar
perniciosamente los actos hostiles.
Jorge Olguín:
Muchas veces solemos tener rencor por situaciones negativas ocasionadas por
terceras personas. Sentimientos que nos invaden, que obscurecen nuestro propio
ser, que nos terminan agotando, que nos terminan consumiendo mucho más allá de
lo que se cree, mucho más allá de lo que se piensa.
Si bien he dicho en
muchas oportunidades que el rencor al único que lastima es a uno y a veces lo
sentimos en el chakra laringe, el chakra de la garganta porque el chakra de la garganta, de la laringe es el chakra de la angustia. Entonces cuando tenemos una angustia
nos duele a veces al tragar, la garganta se vuelve
vulnerable.
El rencor alimenta
la angustia, consume por dentro y va mucho más allá de afectar un centro
energético, afecta a todo nuestro cuerpo al punto tal de enfermarnos porque
salvo las enfermedades virósicas o bacterianas la
mayoría de los síntomas que tenemos son provocados por nuestras emociones
negativas.
Las otras personas,
aquellas que directamente o indirectamente nos hacen daño, algunas ex profeso,
otras que creen que tienen razón y creen que nos van a ayudar imponiéndonos
situaciones a las cuales no estamos convencidos de llevar a cabo. Pero a esas no
les afecta esas emociones negativas; los rencores, las situaciones al límite nos
afectan únicamente a nosotros. Y, como dije recién, al punto tal de enfermarnos,
enfermarnos en cualquier órgano, a nivel estomacal, a nivel renal, a nivel
cardiovascular, a nivel mental. A nivel mental también porque la mente o el
decodificador, como yo le llamo, se desestabiliza y estas emociones negativas
que nos van consumiendo pueden impulsarnos a cometer actos que si estamos
encajados en nuestro sentido común no lo haríamos, actos que pueden llegar a ser
hostiles de nuestra parte y que en situaciones límite podemos llegar a igualar
la hostilidad de los otros creándonos karmas
innecesariamente.
Como soy un
estudioso del tema del ego siempre he comentado que el ego se ramifica en
distintos roles. El ego es el fruto de la mente reactiva. La mente reactiva
tiene su centro cerca del hipotálamo, en una glándula que se llama amígdala, que
es la dueña de los impulsos. Cuanto más elemental es la unidad biológica más
desarrollada tiene la amígdala y menos desarrollado tiene el córtex. En el
córtex es donde se desarrolla nuestra mente analítica, nuestra mente pensante,
nuestra mente racional.
Pero a veces,
cuando estamos consumidos por estas emociones negativas que nos provocan dolor,
directamente o indirectamente hacemos rol de víctima pero no rol de víctima
exponiéndolo ante los demás, un rol de víctima interno, un rol de víctima
oculto, un rol de víctima con nosotros mismos. O sea, que no es el rol de
víctima común donde buscamos la demanda de los otros sino un rol de víctima con
nosotros mismos diciendo "Esto que me está pasando es injusto y yo debo reparar
la situación". ¿Y cómo la reparo? Tratando de ver qué daño le puedo hacer al
otro, al que yo creo que me hizo daño a mí primero.
Entonces urdo un
plan. Pero para urdir un plan no lo puedo urdir mediante impulsos. Esto
significa que los roles del ego también manipulan la mente analítica. Esto
significa que la mente analítica, en casos extremos en que estamos consumidos
por esta emoción negativa, se presta a que los roles del ego urdan un plan para
dañar, para hacer mal. Lo más negativo del caso es que el ego, en ese rol de
víctima no declarado -no declarado significa no dado a conocer ante los demás
sino ante uno mismo dice: "No me merezco esto, debo desquitarme". "Tengo que
pedir una revancha, me voy a vengar". Es un ego que va a justificar "No me
siento culpable por hacer esto porque la persona se lo merece". Esto nos va a
acarrear karma porque es una venganza justa. Hablar de venganza justa es como
hablar de guerras justas o de batallas justas. No hay batallas justas, no hay
guerras justas.
Hay un aforismo
viejísimo que dice: "Nadie gana las guerras. En las guerras todos perdemos".
Siempre perdemos algo, siempre.
Y en una venganza
también perdemos algo aunque la llevemos a cabo con éxito. Vamos a perder
nuestra virtud de seres libres porque le vamos a dar poder a la otra persona que
nos saque de nuestro carril, de nuestro carril de seres libres porque si bien
somos nosotros los que mediante el impulso de la mente reactiva tomando lo
racional de la mente analítica urdimos un plan de desquite el otro o la otra
persona logró sacarnos de nuestro centro, logró sacarnos de nuestro movimiento
equilibrado para llevarnos a una senda negativa. Si bien somos nosotros los que
tomamos la decisión de desquitarnos pensemos: ¿Quién tenía el poder para que
nosotros hiciéramos eso? ¿Nosotros? No, la otra persona. Porque, ¿quién nos
desestabilizó? La otra persona. ¿Quién nos llevó a ese estado de negatividad, de
presión donde o bien explotábamos o bien nuestra energía se iba a los pisos? La
otra persona. ¿Quién nos ha provocado que nuestro cuerpo se enferme? La otra
persona.
Ahora rebobinemos.
Vayamos para atrás. ¿Quién le dio el poder a la otra persona para que nos
desestabilice, para que nos saque de nuestro estado del medio, para que nos
saque de esa senda de luz? Uno mismo. Uno mismo.
De la misma manera
que en las lecciones básicas yo digo que el timón de la vida al ego se lo da uno
de la misma manera digo que en las lecciones más avanzadas la herramienta para
que nos desestabilicemos se la da uno a la otra
persona.
Entonces, haciendo
el repaso: La persona puede cometer un acto hostil, la persona -hablo de la otra
persona, de una tercera persona- puede ignorarnos, puede dejarnos de lado, puede
criticarnos, puede hacer que vengamos a menos, puede no tenernos en cuenta,
puede cometer actos que sean molestos para nosotros no importa en este momento
cual. Y acá no se trata de negar ni justificar lo que la otra persona haga. Eso
es independiente. Acá lo que importa es qué nos pasa a nosotros, qué nos pasa a
nosotros con ese odio, con ese rencor que nos puede afectar en la parte de la
columna, la parte de los hombros, los oídos, los ojos, la garganta, el hígado,
la parte renal, las piernas que nos pueda dar un cansancio donde no podemos más
de tan bajos de energías que estamos. O que nos duela la cabeza porque tenemos
hipertensión del malestar que sentimos con nosotros mismos porque no nos
sentimos bien ni siquiera con nosotros mismos. ¿Qué nos lleva a esa situación?
Nosotros. Porque le damos al sujeto externo más importancia que la que tiene
para nosotros mismos.
Esto no es ego.
Esta pregunta que hago no es egoica. Después de Dios,
¿quién es el ser más valioso de la Creación para nosotros? Nosotros mismos.
Porque si nosotros no tenemos valores no podemos inculcar valores a nadie. Si
nosotros no tenemos amor no podemos dar lo que no tenemos o lo que carecemos. Si
yo no me tengo respeto no puedo imponer respeto ni lograr que el otro me
respete. Si yo caigo en desfasaje, me desfaso del centro, estoy perdiendo mi
respeto, estoy perdiendo mi centro, permito que la enfermedad me
invada.
¿Qué logro? Puede
parecer una crítica ácida. Logro que aquel o aquella que hipotéticamente me han
hecho daño consigan más que lo que se han propuesto porque al yo darle cabida a
todo eso me permito enfermarme, me permito desestabilizarme, me permito caer en
mi energía, me permito estar descompuesto y no tengo las herramientas para
mejorarme. Pero soy yo, no es el otro.
Ahora bien, vayamos
al revés. Supongamos que nada me afecta, supongamos que tiran fuegos
artificiales a un metro de mi oído y nada me perturba. Eso es ficción porque yo
soy una unidad biológica, soy un ser humano y entiendo que las cosas me afectan
en su justa medida. No es que voy a estar estudiando una materia importante y al
lado mío van a estar taladrando una acera. No soy un robot, soy un ser humano.
Las cosas me afectan.
¿Cómo logro el
término medio? Porque si yo no soy un robot es lógico que las cosas me lleguen:
tengo ojos para ver, tengo oídos para escuchar, tengo sentidos para sentir y
tengo la inteligencia para darme cuenta del acto
hostil.
Tenemos
herramientas. Una de las herramientas es la tolerancia. Tolerar -como lo digo en
las lecciones básicas- no se trata de tolerar desde el ego: "Bueno, te tolero" o
"Ve, puedes irte". Eso es una tolerancia desde el ego. No, no, no. Hablo de la
tolerancia genuina, tolerar al otro porque es un ser humano con sus errores, con
sus mentiras, no deja de ser una persona fallida.
Tolerarla.
Pero tampoco se
trata de ser hipócrita. La tolerancia tiene un límite. Si la otra persona se da
cuenta de lo que hace y es necia y piensa que es la dueña de la verdad busquemos
una solución justa. Afectar seguramente nos va a afectar porque el acto hostil
lo está cometiendo y nos llega. Una de las maneras de no permitir que nos
enfermemos, que esos sentimientos negativos nos invadan el cuerpo hasta que
nuestro cuerpo se vuelve denso es tomar distancia. Tomar distancia y no hacernos
cargo de los errores de los demás porque cada uno es un ser independiente, cada
uno vive su vida.
Nosotros,
supongamos que todos, todos los seres humanos somos terapeutas y le tenemos que
tender una mano a alguien y ese alguien dice: "No, en realidad no me
interesa...". Aquí no se trata de insistir porque el ayudar a alguien es hasta
donde él quiere. Si a alguien no le interesa ser ayudado no gastemos más energía
de la poca que tenemos. Vayamos a otra cosa.
Con las personas
que son hostiles es exactamente lo mismo. No podemos gastar un gramo de energía
en enojarnos e inculparnos: "¿No será en parte nuestra la culpa de que
permitimos alguna vez...?". Basta de culparnos. Basta de permitir que el error
lo hagamos carne nuestra. Basta de permitir que el rencor nos afecte a la
garganta, el estómago, la parte hepática, lo renal, las piernas, el hombro, la
columna y hasta la parte mental porque si nos afecta la parte mental, aun
estando lúcidos, aun estando analíticos, como la mente reactiva tiende sus
tentáculos utiliza de cómplice a la mente analítica para urdir algo. Y eso
desestabiliza más. Desestabiliza más la parte mental porque en el fondo estamos
justificando actos aberrantes o infantiles que estando en uso de las plenas
facultades lógicas y coherentes no lo haríamos.
¿Qué nos lleva a
esa situación? ¿La persona? No. Nosotros, que caemos en ella. ¿Cómo nos sacamos
ese veneno que tenemos adentro y que nos consume? Entendiendo lo importante que
somos nosotros para nosotros mismos. Porque, como dije antes, después de Dios el
ser más importante para nosotros mismos somos nosotros mismos, nuestra propia
persona. Porque si nosotros no estamos bien no podemos ayudar ni a nosotros ni a
los demás. Entonces, estas personas que cometen actos hostiles nos están
impidiendo que nos desarrollemos nosotros y que no ayudemos a desarrollar a
otros.
¿Pero de verdad nos
lo están impidiendo o somos nosotros los que damos cabida a que se metan en
nuestras vidas? Lo coherente sería desentendernos de esas
personas.
Diríais: "Pero eso
se contradice porque usted desde el primer momento dijo "El enemigo del amor no
es el odio sino la indiferencia" porque el odio es una
emoción”.
Pero a veces las
emociones pueden ser manipuladas, la indiferencia no, porque la indiferencia es
yerma, es muerta. Si yo me desentiendo, ¿no estaría siendo indiferente? ¿Y esto
no es lo opuesto al amor?
El tema es que no
se trata de blanco o negro. En este caso, desentendernos significa impedir que
nos sigan lastimando. No se trata de una indiferencia donde la otra persona en
una ciénaga pidiendo una soga y uno pasa por el lado mirando el paisaje y no le
da importancia a esta persona que se va hundiendo cada vez más. Acá se trata de
que la otra persona te quiera hundir en la ciénaga y al igual que cuando uno
mira a la medusa con la cabeza llena de víboras puede quedar petrificado. No
miremos a la medusa, figurativamente hablando, miremos hacia el otro
lado.
Y en este caso no
estoy hablando de indiferencia desamorada, estoy hablando de una indiferencia
para protegerme a mí mismo, para que esos seres no me hagan daño. Y me
desentiendo. Y me entiendo conmigo mismo. Y al estar desentendido con esa parte
y no estar más pendiente porque, ¿quién es el que está pendiente? Esto lo enseño
siempre en las lecciones básicas. El ego. El ego es el que está pendiente. Si yo
no dejo que el ego maneje el timón de mi vida yo no voy a estar pendiente de
aquellas personas que directamente o indirectamente buscan hacerme daño. Mi ego
no me va a manipular y no voy a estar más pendiente. Y todo este ser obscuro que
tengo adentro se va a ir aclarando y voy a irme curando porque voy a elevar mi
mente a Dios.
El trabajo más
grande es comprender las actitudes limitadas de los otros. Pero hasta tanto no
tengamos la capacidad de comprender o de perdonar esas actitudes porque quedan
unos resabios de rencor porque no es que del día a la noche que uno dice: "¡Ah!
Comprendo cómo es lo que me explica el profesor" y doy un giro de ciento ochenta
grados. No. Es un trabajo que lleva su tiempo escuchando estas humildes palabras
que estoy emitiendo en esta conversación. Pero este trabajo interno debo hacerlo
todos los días, todos los días debo hacer este trabajo interno de irme sanando,
de ir cortando ese cordón umbilical con esa gente que me produce sensación de
dolor.
Y acá no se trata
de forzar situaciones o de hacer causa común con personas que nos hacen daño. Se
trata de tomar distancia, de ocuparnos de nosotros mismos. De entender que
tenemos mucho por delante por hacer. Y automáticamente -y esto sí que da
resultado- este ser obscuro que nos consume, que nos puede obligar a hacer
tonterías, hasta cosas infantiles, hasta amenazas veladas o cosas así -que no
son dignas de seres de Luz porque nos ponemos a la altura de los seres hostiles-
empezamos a sanar cuando comprendemos y nos sumergimos en Amor y no permitimos,
no escuchamos ni vemos ni sentimos ninguna cosa negativa. Y si nos enteramos por
terceras personas que hablan de nosotros, que siguen cometiendo actos hostiles
no las vamos a cambiar a las personas porque nuestro objetivo no es cambiar a la
persona, nuestro objetivo es cambiarnos a nosotros para ser mejores nosotros. Y
la única manera de ser mejores nosotros es que no nos afecten estas personas. Y
nos sanamos por dentro con Amor.
Quizás algún día,
quizás algún día en algún momento estemos tan sanados que no tengamos ningún
malestar físico ni psíquico que hasta podamos sentir compasión por esas
personas. No digo lástima porque la lástima viene del ego sino compasión, piedad
diciendo "Pobre, ojalá esa gente encuentre el camino". Pero que a mí no me
contaminen porque yo ya estoy en el camino y nada negativo me tiene que
afectar.
Esto no significa,
como dije antes, que uno sea un robot y que las cosas cotidianas de la vida -el
hambre, la pobreza, las guerras- no nos afecten. Nos va a seguir afectando pero
comparado con todo lo grande, negativo que hay de verdad en el mundo estas cosas
las vamos a ver tan pequeñas… Y desde lo alto -pero no desde lo alto soberbio,
desde lo alto de Luz- vamos a decir: ¡Qué pequeñez que era! ¿Cómo pudo haberme
afectado eso? Y voy a ser otra persona. Libre y con capacidad de decisión.
Equivocándome -porque voy a seguir equivocándome- porque quien no se equivoca es
Dios. Pero aprenderé todos los días, todos los días seguiré aprendiendo y cada
vez me equivocaré menos hasta el último día de esta encarnación.
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