TRAMPAS DEL
EGO
Sesión de Psicointegración: 02/Nov/2013
De Jorge Raúl Olguín.
Las Trampas del ego y de la Mente
reactiva: La frustración aparece cuando no se obtiene lo que se espera obtener
cuando creemos que hemos trabajado mucho un tema determinado y es porque
inconscientemente nuestro ego nos ha hecho sobrevalorarnos, nos ha disfrazado la
realidad y las auténticas posibilidades de logro.
Jorge Olguín:
Muchas veces conocemos nuestros objetivos. También sabemos lo que sucede en
nuestro entorno, lo que podemos esperar de las personas que nos rodean, sus
actitudes, nuestras actitudes en respuestas a las suyas. Muchas veces a la
espera de una respuesta donde conscientemente sabemos que tenemos un 95% de
posibilidades que la respuesta sea negativa, donde hipotéticamente sabemos que
en nuestro entorno cuál puede ser la actitud hostil o no de las otras personas
nuestra mente analítica ya está preparada y de esa manera evitamos una
frustración.
Sin embargo,
inconscientemente, esa frustración la tenemos. Nos analizamos, nos preguntamos a
nosotros mismos: "¿Algo está mal?". Porque sabiendo que tengo una alta
probabilidad de que la respuesta sea la esperada, ¿por qué me
frustro?
Es como si en un
examen no hubiera estudiado nada de nada sobre el tema a tratar. Sé que voy a
sacar una nota baja, estoy preparado psicológicamente a sacar una nota baja
porque honestamente no estoy preparado porque no estudié. Habré escrito 3 o 4
líneas en la prueba.
Al día siguiente me
dan la nota. Miro, una nota baja. ¡Ah! Dentro de mí siento una
frustración.
-¿Pero qué me pasa?
¿Estoy desequilibrado? Si era la que yo me esperaba.
Si la actitud de la
otra persona era la actitud que se esperaba, si el no de la entrevista con todas
las posibilidades y toda la gente delante de mí la respuesta negativa era la que
yo esperaba era lo que yo sentía que era lo que podía ser e incluso estaba
convencido que sería así mi mente analítica dice "No hay frustración" porque la
frustración se produce cuando tú convencimiento es a favor tuyo y tenías un 1%
en contra, un 1% en contra. Obviamente ahí sí hay una
frustración.
¿Qué pasó? ¿Qué
detalle se me escapó? Hasta ahí está todo bien pero cuando tenemos un 99% en
contra ya nos hacemos a la idea de que esto no es posible. La actitud de la
persona, la respuesta del trabajo, la nota del examen.
¿Por qué nos
frustramos? Porque en lo más profundo de nuestro inconsciente hay un ego gigante
muy escondido -que lo que asoma es muy pequeñito y ese ego pequeñito que asoma
por debajo es enorme como ese 90% del témpano que está debajo del agua- que nos
da la chispa de esperanza, de falsa esperanza y ahí nos
frustramos.
Ese ego que actúa
en nuestro inconsciente nos desvirtúa la realidad. He comentado más de una vez
en distintas conferencias con todos los que hemos visto la película Titanic, que se hundió en 1912 hace más de cien años, cuando
visualizan el témpano y ven que el radio de giro es demasiado pequeño para
esquivarlo, desde la butaca de la platea mentalmente estamos haciendo fuerza
para que lo esquive. Voy más lejos: incluso vemos que debajo de la línea de
flotación se raya el buque y se abre una gigantesca grieta por la que penetra
agua y pensamos "¡No! Son compartimentos cerrados que los pueden aislar para que
el barco no se hunda".
¿Pero de qué
estamos hablando? Históricamente sabemos que se hundió y la película está basada
en un hecho real. ¿Algo funciona mal en nuestro decodificador? ¿Nuestra mente va
a cambiar la historia? No. Entonces, ¿por qué hacemos fuerza emocional para que
el barco no se hunda si sabemos que hace cien años se
hundió? Porque ese ego que está escondido en nuestro inconsciente intenta
cambiarnos la realidad porque el ego demanda, el ego pide y el ego siempre pide
estar bien incluso a costa de un engaño. Nuestra mente analítica sabe que es
imposible porque no le podemos pedir peras al olmo. Capaz que nuestro ego
-hipotéticamente e irónicamente lo digo- se sienta en un árbol vecino esperando
a que el olmo dé peras. (¡Una broma!). Obviamente que el barco se
hunde.
En la vida
cotidiana muchas veces sabemos que hay un entorno que no se puede modificar no
porque uno sea pesimista, no porque uno no tenga deseos de luchar para cambiar
porque si uno no tuviera deseos directamente se acuesta en una cama, se pone a
leer, una almohada mullida y se deja estar. No, no es así la vida. La vida es
movimiento, la vida es superación.
Hagámonos cuenta
que la vida es como un río que tenemos que remontar pero la corriente va para el
otro lado; entonces tenemos que nadar. O bien si estamos en una embarcación
remar en contra de la corriente. Y vamos avanzando quizá un metro por minuto
nada más pero vamos avanzando. Si nos quedamos sin bracear o sin remar la
corriente nos va a llevar hacia atrás. O lo mejor que puede pasar es que nos
quedemos estancados. Pero ni estancados ni para atrás es la solución, la
solución es ir para adelante en la vida. Ir para adelante no significa mejorar
en el aspecto económico, en el aspecto espiritual solamente sino intentar y no
nos quedemos solo en intentar porque yo puedo decir "Yo trato de tener una
posición mejor" pero la mayoría de la gente se queda en el "Yo trato". A treinta
centímetros a mi izquierda tengo un libro. Entonces digo "Yo trato de tomar el
libro, trato de coger el libro".
Estoy tratando pero
mis manos están paralizadas porque estoy tratando, no lo estoy cogiendo, no lo
estoy sujetando, estoy tratando de.
Entonces en la vida
cotidiana, "Yo trato", "Yo intento" queda en tratar, intentar. En la vida
cotidiana es decir "Yo lo sujeto", "Yo lo consigo" y lo tomo. Entonces no es
tratar, no es intentar: es hacer.
Volviendo al tema
del comienzo. Obvio que se comienza con intentar pero el intentar, el tratar es
estéril si luego no va la acción. Es como aquel que está recostado en el árbol y
dice:
-Mañana voy a
buscar trabajo.
Al día siguiente
dice:
-Sí, sí. Mañana voy
a buscar trabajo.
Y hay un chico que
le escuchó:
-¡Señor!
-¿Sí?
-Usted dijo que
mañana iba a buscar trabajo y ya pasó.
-Disculpa -le dice
el señor que está recostado en el árbol al chico-, mañana no llegó. Es
mañana.
-Pero eso lo dijo
ayer.
-Pero hoy digo lo
mismo. Mañana.
Siempre va a ser
mañana para el que no dice "Hoy voy a buscar trabajo".
Pero retomo el
tema. Tengo que intentar para luego transformar este intento en acción, el
"tratar" en "hacer". Entonces hago lo posible por modificar mi entorno, por
buscar ese trabajo, por que me aprueben ese
presupuesto, por que la persona que me gusta diga "Sí", por
que ese grupo de amigos me permita sentarme a su mesa, por que me acepten en ese club.
Ahora bien,
supongamos que ese grupo de amigos se encuentra cómodo con los cuatro o cinco
que son y no quiere a nadie más. Supongamos que ese club sea exclusivo y haya
que tener una tarjeta negra para entrar. Supongamos que esa persona que me gusta
no solo me ignora sino que directamente no quiere saber nada de mí. Supongamos
que en este trabajo toman hasta determinada edad y yo tengo cinco años más de la
edad requerida máxima. Supongamos que esa persona que yo quiero hace que
entienda mi punto de vista, no le interesa escucharme, me oye pero no le
interesa escucharme.
Analíticamente,
¿cuántas posibilidades tengo que me acepten en ese club donde se precisa una
tarjeta negra y yo apenas tengo un mínimo en el banco, al contrario, estoy
debiendo la mensualidad de la tarjeta porque me embarqué en distintas cosas?
¿Cuántas posibilidades tengo que ese grupo de amigos me acepte? ¿O la persona
que me gusta? ¿O esa persona de mi entorno que no me escucha para que modifique
su actitud? Un uno por ciento en un lado, en el otro lado cero, cero
posibilidades. En el otro habrá un cinco por ciento, en el otro un dos por
ciento. El porcentaje más alto es un cinco por ciento quizá en la mesa de
amigos.
En el club
directamente me cierran la puerta en la cara:
-Usted no reúne las
condiciones.
El amigo más cerca
me dice:
-Mira, no, no. Ya
estamos completos.
La persona que me
gusta directamente ni me escucha. Se ríe y con una cara de pena se da vuelta y
se va. La persona de mi entorno me recrimina porque intenté querer modificar
algo de su manera de ser.
Pero todo eso -la
persona que me gusta, el club, los amigos, la persona de mi entorno- yo ya sabía
todas las respuestas, yo ya sabía que era un no. Un cero por ciento, un uno por
ciento, un dos por ciento, un cinco por ciento. No puedo frustrarme. ¿Por qué me
voy a frustrar si yo ya sabía la respuesta?
Pero mi ego, ese
ego que está escondido muy en la sombra, muy en el inconsciente, que disfraza la
realidad me hace pensar que quizá, que tal vez, que posiblemente... Y ese quizá,
ese tal vez, ese posiblemente va creciendo y creciendo y creciendo y en mi mente
crece una fantasía, como la fantasía de salvar el Titanic cuando sé que se hundió. ¿Mi mente desvaría? No,
estoy absolutamente lúcido. Entonces, ¿qué es? Es el ego que me pone un
espejismo. Como aquel viajero del desierto que ve un oasis: "Un oasis". "Un
oasis". "Un oasis". "Un oasis". Y no era un oasis, era nada más que arena, más
que arena, más que arena.
El otro ejemplo que
doy es el juego de lotería, quiniela, algún billete de premio donde pago con
monedas nada más. Yo sé que tengo una en un millón de posibilidades de ganar, de
acertar los números. ¿Qué pierdo? Lo que vale ese pequeño billete de lotería es
lo mismo que me cobran de un café en un bar. No me hace nada. Es simplemente por
diversión. No se puede decir que sea lúdico que me gaste un par de monedas en un
billete. No me estoy gastando un sueldo, me estoy gastando el precio de un café.
Obviamente que no voy a ganar, hay un millón de personas que jugaron. El sorteo
es el domingo a la noche. El lunes a la mañana leo el diario y veo que no gané.
Era obvio que no iba a ganar. ¿Y por qué me frustro? Otra vez ese pequeño enano
llamado ego le echa leña al fuego de la esperanza para que
crezca.
"Y bueno, yo sé que
la semana pasada hubo uno que ganó diez millones. ¿Por qué no puedo ganar yo?".
Claro que puedo ganar, todos los números están en el bolillero. Pero mi mente
analítica me dice "Uno dividido entre un millón de posibilidades".
Analíticamente no puedo frustrarme porque era absolutamente lógico que no
salieran mis números. Ese ego que asoma me jala de la ropa y me dice "No, podías
haber ganado. Inténtalo para la próxima semana".
No caigamos en esa
trampa porque aunque el precio de un billete sea el precio de un café vamos a
estar obsesivos y vamos a estar esclavos pendientes de que cada semana va a
salir nuestro número cuando no va a salir. ¿De verdad queremos a estar
prisioneros de un anhelo que jamás se va a resolver a favor nuestro? Ya bastante
esclavitud tenemos con la sociedad, con
el producto del mercado que nos vende cosas inútiles.
No es malo
ilusionarse. Yo puedo tener la ilusión de viajar, el día de mañana tener una
casa más grande, el día de mañana conocer un valle que había visto solamente en
fotos. O hacer ese viaje que planeo hace tiempo en tanto y en cuanto no quede
preso de esas ilusiones porque entonces paso a ser un esclavo de mi
ego.
Mi mente analítica
me dice qué es lo posible, qué es lo probable, que es lo improbable y qué es lo
imposible. Lo posible, lo probable, lo improbable y lo
imposible.
Con lo improbable
podemos tener alguna posibilidad. Mínima. Con lo imposible, cero posibilidad. A
veces cuando lo improbable no se da nos frustramos. No deja de ser una trampa
del inconsciente porque sabemos que es absolutamente
improbable.
Pero a veces
tenemos esperanzas ante lo imposible y ahí sí ya nos ponemos a pensar "¿Nuestra
mente coordina bien? ¿Queremos cambiar lo que no podemos cambiar? ¿Queremos
modificar lo que no podemos modificar?". Solo hay una cosa que podemos
modificar: una. Esto es muy importante. Lo único que podemos modificar, lo único
que podemos cambiar -no dije intentar ni tratar de, cambiar directamente- somos
nosotros. El trabajo siempre es con nosotros. Nosotros no podemos trabajar por
el otro, el otro tiene que trabajar por sí mismo.
Claro, nosotros
podemos ofrecer las herramientas al otro pero yo no puedo trabajar por el otro.
Es como si fuéramos dos compañeros de curso en dibujo y a él le salieran mal los
planos.
Y yo le
digo:
-Mira, dame tu
lámina que yo dibujo por ti.
No lo estoy
ayudando porque se va a recibir de arquitecto y va a ser un pésimo dibujante. Lo
que después vaya a construir se va a caer a pedazos porque junto con la lámina
va el cálculo de resistencia de materiales, etcétera, etcétera,
etcétera.
No puedo hacer el
trabajo por él. Le puedo explicar cómo hacer su trabajo pero es su trabajo. Mi
trabajo es cambiarme yo, mi trabajo es trabajar conmigo. ¿Cuánto tiempo tengo
que trabajar conmigo? ¡Qué pregunta! ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año y luego lo
tengo todo resuelto? Mmm... Mmm... No. El trabajo con uno es toda la vida porque siempre
va a haber algo que modificar a favor nuestro. Si no fuera así nos creeríamos
infalibles:
-Ya terminé mi obra
conmigo mismo, no hay nada más que hacer.
Entonces, ¿qué
hago? ¿Me subo a un pedestal como una estatua de David? Tengo que trabajar
siempre conmigo. Eso no quita que ayude a los otros a que tengan sus
herramientas para trabajar pero no puedo trabajar por el otro. Si yo entiendo
que no puedo trabajar por el otro, si yo entiendo que mi tarea es darle las
herramientas para que trabaje no me voy a frustrar. Y si yo percibo, veo,
observo que el otro no tiene afán de trabajar o que en su demanda le resulta más
cómodo demandar que trabajar sobre sí mismo, sabiendo que mi responsabilidad es
trabajar conmigo no me frustro porque la tarea es conmigo y darle la posibilidad
de que el otro trabaje con su persona explicándole cómo pero no puedo trabajar
por la otra persona. Primero que no debo. Segundo que yo no sé -por más que haya
convivido con la persona veinte años- cómo es su interior. Yo sé lo que veo
exteriormente, lo que la persona me cuenta pero no sé cómo es su abismo interno,
es la persona la que lo sabe porque hay cosas que no saca porque su ego no le
permite sacar. Apenas me conozco a mí mismo, por eso tengo que trabajar toda la
vida conmigo.
Si yo entiendo, y
reitero, si yo entiendo que el trabajo es conmigo y que a mi entorno lo más que
puedo hacer es darle las herramientas para que trabaje con su persona no me voy
a frustrar porque voy a saber por qué sendero camino. Mi ego no me va a hacer
ilusionar con la persona que me gusta, con el club privado y con la mesa de
amigos porque yo voy a saber adónde apunto trabajando
conmigo.
Yo me ocupo de mi
ego. ¿Del ego de la otra persona? Que se ocupe la otra persona de su ego porque
yo no sé cuál es su ego. Apenas reconozco los míos que se camuflan
permanentemente. ¿Cómo voy a conocer los egos de la otra
persona?
-Pero, bueno, con
la forma de hablar, de ser, de actuar...
¡No! Porque está
actuando. Si está actuando, si en ese momento es un actor o una actriz, ¿cómo sé
yo quién es de verdad si siempre está con distintos roles? Con el trabajo que me
cuesta resolver los míos.
Termino diciendo,
entonces, que el trabajo es conmigo. Y a partir de ahí, lo demás.
|