MENTE
REACTIVA EXPECTANTE
Psicointegración
20/Mar/2013
De
Jorge Raul Olguín.
Extensa
charla en la que se habló sobre la verdadera tolerancia -que nace de la
comprensión del otro- y de cómo manejar la comunicación con personas reactivas.
La expectación genera ansiedad y frustración. Debemos gozar la espera, el
"mientras tanto".
Jorge
Olguín: Alguna vez dijimos que si nosotros pudiéramos leer puntualmente el
pensamiento del otro, entender su concepto no habría tantos malos entendidos.
Alguna vez dije también que somos presa del lenguaje porque a veces cuando la
otra persona no está muy receptiva o está algo reactiva podemos decir unas
palabras justas pero inconscientemente nos salga el tono equivocado y una misma
palabra, una misma frase, una oración completa dicha en otro tono se puede
interpretar como antagónica. O la persona como ya está con su armadura
atajándose por algo que imagina que podría venir negativamente interpreta las
palabras con su preconcepto. Y a veces es tan desgastante estar aclarando cada
coma, cada punto, cada acento, es tan desgastante... Siempre abogo por la
paciencia pero más que nada por la tolerancia y aparte explico qué tipo de
tolerancia, porque todo el mundo habla de la tolerancia pero muy pocos la
aplican de la manera que yo lo explico.
Se
puede tolerar desde el ego "Bueno vete, vete, te disculpo, vete", una tolerancia
como el grandote le perdona la paliza al pequeño "Bueno vete, vete", una especie
de perdonavidas. Eso es una tolerancia egoica, como
diciendo "Sé que puedo vencerte pero te disculpo". La verdadera tolerancia es
una tolerancia de comprensión, no de "Te tolero porque no tengo otra" porque
entonces uno no está tolerando nada, simplemente está resignándose, y hay una
gran brecha entre tolerar y resignarse "Me resigno porque no tengo dónde ir,
entonces te tolero". No, no estás tolerando, estás adaptándote a la forma de
vivir de la otra persona porque es la persona que te está dando lugar en su
hábitat. Esa puede ser una. La otra, porque la persona puede tener un grupo
grande de amistades y uno no y entonces "tolera" los caprichos del otro porque
si no se queda solo. Eso tampoco es tolerancia. Eso vendría a ser una tolerancia
por conveniencia pero no es una tolerancia real. La tolerancia real se basa en
la comprensión, en la comprensión total y absoluta de la otra
persona.
¡Ojo!
Comprender no significa justificar. De repente la otra persona comete actos
hostiles con uno pero la podemos comprender porque está pasando por un mal
momento, por una mala etapa y entonces es como que, no desde el ego, pero sí en
ese momento la disculpamos porque está pasando por una mala etapa y por eso
reaccionó reactivamente contra nosotros. No significa que avalemos su conducta,
no significa que aceptemos; estamos comprendiendo, por eso toleramos, que
tampoco es la verdadera tolerancia porque la verdadera tolerancia es la
tolerancia de la comprensión total, lo tolero al otro porque me pongo en lugar
del otro, porque trato de comprender al otro. No significa que toda tolerancia
avale situaciones o conductas, no, para nada. Pero se trata de no tolerar desde
el ego.
Ahora
vamos a ponernos en lugar de la persona con la que hay que cuidarse con los
tonos, con las maneras, con los modos, cuidado con lo que decimos, cuidado como
actuamos, cuidado con lo que decimos. Eso no es vida porque, a ver, a mi me pueden invitar a un lugar donde de repente es un salón
de lujo, cinco estrellas, donde te ponen tres copas y mucha gente no sabe cuál
es cuál, la del agua, la del vino, la del champagne, cuál es. Te ponen tres
tenedores, tres cuchillos: éste será para la manteca, supongo que el que tiene
serruchitos el de la carne... Pero uno se adapta, a lo
mejor sabe cómo comportarse en el lugar, basta con no decir nada e ir vestido
como va vestido el otro. Entonces, uno, más o menos sabe cómo comportarse en
determinado lugar y uno se puede adaptar a todos los lugares. Uno se puede
adaptar de repente cuando te invitan a comer a la casa de un peón de albañil y
hay que cortar la carne con una espátula de yeso porque no tienen ni cuchillo ni
tenedor, donde la persona tiene que tomar la bebida cola o la naranja en una
lata de tomates cuidando de no cortarse los labios con el latón porque no tienen
vasos ni de vidrio ni de plástico, donde no tienen sillas ni bancos, se sientan
en las latas de pintura; entonces uno también se puede adaptar a eso. Hay que
tener un espíritu muy grande para poderse adaptar a una cosa y a la
otra.
Generalmente
la persona que tiene algo, no algo, mucho ego se va adaptar a la situación
primera, a la del salón cinco estrellas pero muy pocos se van a querer adaptar o
adecuar a comer en la casa del peón, del obrero, sentado en una lata de pintura,
donde no tienen mesa, ponen una puerta vieja sobre dos caballetes, no hay
mantel, no hay nada y cortar la carne con una espátula. Pero así y todo uno se
puede adaptar.
Lo
más difícil es adaptarte a una persona antagónica pero no antagónica en el
sentido de que sea lo opuesto; uno es blanco el otro es negro, uno es frío el
otro caliente, uno es luz el otro es sombra, uno es seco el otro mojado. A veces
se puede pensar lo mismo y porque uno de los dos o los dos están reactivos va a
interpretar, como dije al comienzo, el lenguaje del otro -esto es paradójico y
no es así pero de alguna manera para que se entienda- antes incluso de que la
otra hable. Pero, ¿cómo antes de que la persona hable si no sabe lo que va a
decir? Es una especie de juego de palabras lo que quiero decir. Todo lo que
digas, si yo estoy reactivo, lo voy a interpretar mal, no importa de la manera
que lo digas, no importa.
David:
¿Ni con el tono?
Jorge
Olguín: Ni con el tono, porque si es un tono dulce, amable: "Claro, ahora te
haces el bueno". Si es con un tono seco: "No esperaba otra cosa de tu persona".
Con un tono cansado: "Qué decirte, ahí tienes la puerta". O sea, cualquier tono
que sea la reacción de la otra persona va a ser distinta. Y si uno confronta,
porque justamente la enseñanza es confrontar sin levantar la voz haciendo que la
otra persona, como si fuera autista, con los dos dedos, el índice y el dedo
mayor apuntarle sus ojos a los tuyos y decirle "Mírame, mírame. ¿Cuál es la
parte que no entendiste? Explícamela y así trato de desglosarla, de desenredar
la madeja".
Todo
bien si la otra persona dice "Fue esto, eso o aquello" porque entonces a uno le
da la herramienta para decir "¡Ah! Eso lo interpretaste mal porque yo lo que
quise decir es, esto, esto y esto". Pero la otra persona, tranquilamente, se
puede cruzar de brazos, no hablar y no decir nada, y muchas veces logra que uno
se ponga reactivo; porque yo lo dije muchas veces: así como es más fácil que una
persona con la escala tonal baja jale hacia abajo a alguien, a que la persona
esté con una escala tonal alta la eleve. Y esto lo repito para que quede
entendido: Así como es más fácil que una persona que tiene la escala tonal baja
tire abajo a la otra a que la persona que tiene la escala tonal alta la eleve es
más fácil que la persona que está reactiva contagie a la otra de su reactividad
a que la persona que esté analítica vuelva analítica a la otra persona. ¿Por
qué?: Porque la persona que está analítica está receptiva y la persona que está
reactiva no está receptiva. ¿Escucha?: Sí por supuesto que escucha pero le va a
dar la interpretación prejuiciosa a las palabras del otro. Entonces todo lo que
el otro diga de mil maneras, con mil tonos de voz siempre lo va a interpretar
como algo aberrado, sabiendo que la aberrada es la persona que interpreta de esa
manera.
Una
vez me dijeron, personas que deseaban saber mucho del tema, personas que decían
saber mucho del tema: "Es muy fácil lo que hay que hacer: a la persona que está
reactiva hay que escucharla, a la persona que está reactiva hay que prestarle
atención, hay que acusar recibo; entonces la persona se va a descargar". Pueden
pasar dos cosas, dos; reitero, pueden pasar dos cosas: Una, como dije antes, que
la persona se cruce de brazos, se empaque como una mula y no quiera hablar. La
otra, que despotrique, que empiece a sacar todo de sí "Porque esto, porque lo
otro...", acusando, acusando, o no; directamente quejándose de determinada
situación, no tiene porqué ser con uno puede ser por una situación general.
Entonces uno lo que hace es callar la boca, ponerse la mano apoyándose la cabeza
en el puño y escuchando a la otra persona y, según me dijeron, la otra persona
descarga. Pero yo sé de situaciones donde uno puede escuchar a la persona
durante una hora entera y luego le dice:
-Bueno,
hasta aquí llegamos porque mira la hora que es.
-Claro,
no te importo nada.
-Pero,
discúlpame, hace una hora que te estoy escuchando.
-Encima
me echas en cara que hace una hora que me estás escuchando.
-No,
no, no lo digo por echar en cara, digo que ya pasó una hora y hay cosas que
hacer.
-Claro,
te importan más las otras cosas que yo. Te importan más las otras cosas que mí
problema porque "mí", "mí" problema es más importante que las cosas que tienes
que hacer.
Entonces
no es cierto que la persona acusando recibo, a veces, se desinfla; a veces sigue
y sigue y sigue. Pero si bien nosotros tenemos que tolerar, por respeto a la
persona, lo que yo enseño es que el respeto bien entendido empieza por uno, de
la misma manera que el amor empieza por uno, y eso no es egocentrismo. El mismo
Maestro Jesús dijo "Amar a tú prójimo como a ti mismo". Esto significa que "como
a ti mismo", de acuerdo a como tú te ames amarás al otro, pero empiezas por tu
persona.
David:
Claro.
Jorge
Olguín: Y en este caso no tiene que ser, no tajante desde lo hiriente, por
favor; repito para que esté bien entendido: no tajante desde lo hiriente pero sí
diciendo "Punto, hasta aquí llegué. Si te lo tomas a mal, si piensas que lo mío
es más importante, es tu punto de vista. No es que sea más importante, es que yo
ya quedé comprometido para tal cosa, yo ya quedé con un compromiso. Te escuché
una hora. No es que sea mucho o poco, no mido el tiempo pero yo ya tenía un
compromiso. Tuve la ética de escucharte esa hora, el acierto de escucharte esa
hora, pero ahora no puedo. Tal vez luego, no lo sé".
La
otra persona podrá entenderlo, podrá decir "Bueno, está bien" o dirá "Bueno, ve,
haz lo que tengas que hacer, no sé cómo me encontrarás" y ahí ya es otro rol el
que juega, el rol de víctima, ya no está el rol de inquisidor. Hay otro rol "No
importa nada, no le importo a nadie. Anda, está todo
bien". Ya la otra persona concede pero concede desde la hipocresía porque está
manipulando, porque la persona que se va dice: "No, tendrá razón, soy tal cosa.
¿Cómo me voy a ir? Anulo el compromiso".
Ahora
bien. Entre nosotros, ¿por qué anular un compromiso que puede ser un compromiso
laboral o no, o un compromiso para encontrarme con amigos porque quiero hacer
tal actividad? ¿Y por qué tengo que dejarme vencer por esa manipulación? ¿Porque
a la otra persona se le ocurrió? ¿Porque la otra persona se empacó como si fuera
un niño o niña? Entonces significa que estamos presos a la voluntad del
otro.
Soy
un admirador de la tolerancia, como soy un admirador de la libertad de expresión
como soy un admirador del libre albedrío pero cuidado que la tolerancia y el
libre albedrío no se interponga uno en el camino del otro. Traducido significa
que si yo soy tolerante con la persona pero mi tolerancia es desequilibrada,
reitero, si yo soy tolerante con la otra persona pero mi tolerancia es
desequilibrada no estoy siendo compasivo -porque la compasión es un sentimiento
altísimo- ni piadoso, estoy consintiendo. Entonces mi tolerancia deja de ser
tolerancia para ser consentimiento y permito que la otra persona corte mi libre
albedrio porque estoy cediendo...
David:
Claro.
Jorge
Olguín: ...estoy dejándome manipular y corto mi compromiso importante por
atender los caprichos de la otra persona. ¿Cómo sé que son caprichos? Porque el
capricho es infantil, porque el capricho no escucha, se tapa los oídos, porque
el capricho no ve, se tapa los ojos, porque el capricho quizás no habla, cierra
la boca y se cruza de brazos. ¿Cuándo te das cuenta de que no es un capricho?
Cuando la otra persona argumenta. Entonces nosotros sabemos que del otro lado no
hay un capricho cuando la otra persona argumenta con un argumento lógico. Ese
argumento lógico no tiene que coincidir necesariamente con el nuestro pero por
lo menos hay una explicación de por medio y uno sabe a qué atenerse. Cuando hay
un argumento lógico, coherente la persona no está reactiva y cuando la persona
no está reactiva puede hablar, dialogar, porque si no, es un monólogo. Y en una
relación de trabajo, de amistad, de pareja no puede haber monólogo, tiene que
haber diálogo. ¿Y en pos de qué va ese diálogo? Puede ser en pos de dos cosas:
puede ser un diálogo para entretenerse donde no se llega a ningún resultado
porque no se busca un resultado -un diálogo donde estamos hablando de repente de
política o de fútbol pero no por buscar un resultado sino para intercambiar
opiniones- o puede ser un diálogo donde se busque acordar pero para que las dos
personas acuerden las dos personas tienen que estar analíticas porque si las dos
personas no están analíticas -un sola está analítica- no va a haber acuerdo
porque uno va a hablar y el otro no va a escuchar. Para la persona aberrada,
como se dice desde el año 1950, "A" es igual a "A", igual a "A", igual a "A".
Todo lo que digas la otra persona lo va a interpretar aberradamente.
¿Soluciones?
No existe la varita mágica. Una de las soluciones es acusar recibo. La otra
persona puede optar por no escuchar, por no descargarse, por empacarse y
encerrarse. Se podrá buscar una nueva oportunidad pero se trata de hablar porque
a veces la persona reactiva se comporta como una criatura pero se molesta, y
esto es importante, se molesta cuando la tratan como una criatura; se ataja,
abre el paraguas antes de que llueva. Entonces lo repito: la persona egoica reactiva siempre se va a comportar infantilmente
"¡Ah, no! Si no me llama yo no lo llamo".
David:
Pero no quiere que la traten así.
Jorge
Olguín: Pero no quiere que la traten así. Entonces, yo antes dije el gesto del
dedo mayor y el dedo índice y decir "Mírame", como se le hace a un niño autista.
Pero hay que tener mucho tacto para esto porque la otra persona va a decir "No
soy ciega" y ahí ya va a haber una respuesta reactiva. Entonces lo de los dedos
sería en última instancia. Pero no sirve un diálogo si la otra persona no mira.
La otra persona puede argumentar "No hace falta que te mire para escucharte".
Eso lo dice mucha gente, lo habrás escuchado mil veces eso...
David:
Sí.
Jorge
Olguín: Pero el mirar, el intercambiar una mirada significa que hay una atención
completa y al haber una atención completa la persona presta atención a tu tono,
a tu modo, a tu manera y es muy difícil que se equivoque en la interpretación.
Hasta estando reactiva es muy difícil. Entonces con la mirada fija en el otro es
más fácil. Lo que pasa es que generalmente la persona reactiva no
mira.
David:
Claro, es más complejo el lenguaje.
Jorge
Olguín: Es más complejo el concepto, el lenguaje quizá sea el
mismo.
David:
Pero le toma el lenguaje visual desde el primer
momento.
Jorge
Olguín: Exacto.
David:
Por ahí no entiende lo que dije pero al ver los gestos y la mirada, por
ahí...
Jorge
Olguín: Capta todo, capta el concepto.
David:
O empieza a captar.
Jorge
Olguín: Empieza a captar el concepto y uno ya tiene la herramienta -yo siempre
digo herramienta, jamás digo arma, la palabra arma no se usa, herramienta- para
poder explicar su punto de vista, que no tiene porqué
estar acorde al del otro pero tratar de buscar un punto medio, y aunque sea se
llega a un semiacuerdo entre las partes pero uno
siempre tiene que evitar la reactividad del otro, incluso a veces depende de
uno, siempre se dice que el más fuerte concede, ¿no?
David:
Sí.
Jorge
Olguín: Pero a veces, cuando se habla de fuerza, no se habla de fuerza física, a
veces se habla de madurez. Entones a veces la persona más madura es la que
concede porque el niño nunca va a conceder. ¿Por qué?: Porque el niño es
demandante, el niño siempre demanda. El niño pide, es el adulto el que da.
Lógicamente está mal que en una relación afectiva haya un adulto y un infante y
más si el adulto es la mujer, porque la mujer tiene que hacer de mamá de sus
hijos, no de su pareja. Ojo con ese tema también, porque generalmente cuando uno
habla uno va elucubrando como que el adulto es el varón. No, no, cuidado con
eso. Conozco muchos casos donde el adulto es la mujer y el varón es el infante.
¿Y qué sucede si la mujer, aparte de hacer de pareja hace de mamá?: Se
desencanta. Yo soy lo opuesto al machismo de la sociedad como de la misma manera
del feminismo exacerbado pero por mi conocimiento en sociología social -que no
es tanto como el de psicointegración y el
psicoanálisis- una mujer siempre va a admirar a un hombre, que no tiene que ver
con la raza macho del homo sapiens, cuando digo raza macho del homo sapiens
estoy hablando de...
David:
El rudo.
Jorge
Olguín: ...el rudo, el que se golpea el pecho, que a veces roza lo ridículo. El
hombre puede ser el compañero, el hombre es el que respeta y admira a su dama,
el que la defiende, el que la protege, el que la cuida, el que jamás la va a
agredir ni física ni psicológica ni solapadamente mediante la manipulación. A
veces podemos -todos somos seres humanos-equivocarnos. Lo importante es aceptar
que nos equivocamos pero la mujer es raro que acepte o admire a una pareja que
sea un infante, es muy raro, yo diría que casi imposible. ¿Qué sucede cuando no
tenemos el resultado esperado? Y esta es la segunda parte.
David:
Hay una angustia, una frustración.
Jorge
Olguín: Y una ansiedad. Esa es la segunda parte. ¿De dónde viene la ansiedad?:
De la expectativa. ¿Qué es la expectativa?: La expectativa es estar a la espera
de un acontecimiento que puede ser una respuesta laboral, afectiva, que puede
ser una salida que vamos a tener en breve. Siempre estamos expectantes "a". Y
cuando esa expectativa es desmedida, lo repito, cuando esa expectativa es
desmedida y trabaja sobre nuestros nervios viene la ansiedad. No significa que
una ansiedad se sane -porque esa es otra de las palabras, que no digo curar sino
sanar-, entendiendo que nuestra expectativa tiene que ser medida y de esa manera
manejamos nuestros nervios porque hay un refrán viejísimo de nuestros
tatarabuelos que decía "Del dicho al hecho hay mucho trecho" pero, ¿por qué no
intentar llevarlo a cabo?
Hace
muchos años atrás dije un aforismo, que es uno de los más conocidos: "La meta es
la búsqueda". Cuando uno llega a una meta y ya cumplió su expectativa, ¿terminó
su expectativa?, ¿terminó la ansiedad? No, porque entonces nos tiraríamos
acostados en el pasto o sentados con espalda en un árbol tocando la mandolina
como en el cuento de la cigarra. Entonces no aprendimos nada. Entonces tenemos
que ver más allá y buscar otra meta y otra y otra.
Y
hay personas que me dicen: -Pero eso es un infierno porque entonces no
terminamos nunca.
Y
mi respuesta para con ellos es con otra pregunta: -¿Y adónde quieres llegar?
-Sí
pero buscar, buscar, buscar metas... Ahí tengo más ansiedad porque tengo más
expectativas.
-No,
porque no aprendes a gozar el mientras tanto.
Y
esto lo dije cien veces. Como la persona que va en bus en un viaje de cuatro
horas porque tiene que firmar un contrato y la persona cada cuatro minutos mira
el reloj a ver cuando llega el chofer a destino. Es un desgaste tremendo para la
persona porque no lee, no mira por la ventanilla el paisaje, los árboles, las
vacas en el campo, no. Está a cada rato "tac" mirando el reloj, "tac" mirando el
reloj o golpeándose las manos o rascándose la cabeza o mirando al asiento
delantero para ver si el chofer maneja más rápido. El chofer va a llegar a
destino tanto si lo miramos como si disfrutamos el paisaje, con la diferencia
que si miramos el reloj cuatrocientas veces hasta llegar a destino, cuando
llegamos somos un manojo de nervios y no vamos a tener pulso ni siquiera para
firmar el contrato. ¿Por qué no disfrutamos el mientras tanto? Ese viaje en bus
es la vida misma. Entonces cuando estamos esperando una respuesta de la otra
parte, "No voy a escuchar música porque estoy esperando que suene el teléfono
porque me tiene que llamar", "No voy a ir al kiosco a comprar golosinas porque
por ahí suena el teléfono", "No voy a esto porque quizá no voy a lo otro porque
quizá, porque tal vez". Entonces vivo pendiente del otro y no vivo pendiente de
mi propia vida, de vuelta me vuelvo a transformar en un esclavo. En ese caso ya
no me está manipulando la otra persona, yo solo me estoy manipulando con mi
propia ansiedad. Entonces, ¿por qué no tomarnos la vida con calma? Lo que va a
pasar va a tener que pasar, con la diferencia que si somos optimizadores, esto
ya lo aclaré varias veces: optimista es la persona que ve el vaso medio lleno y
optimizador es el optimista que transforma su optimismo en obra porque el
Servicio es el Amor hecho Obra. ¿Por qué no somos optimizadores y hasta tanto no
tengamos esa llamada, por qué no hacemos algo por nosotros? Estudiamos, nos
duchamos, lo que fuera, leemos o dormimos una siesta. Pero estar pendientes de
algo, de una respuesta afectiva, de un trabajo, de un presupuesto que nos tienen
que aprobar o no o de un aumento, nos volvemos locos.
David:
Se trata, entonces, de bajar la expectativa y confiar un poco
más.
Jorge
Olguín: Pero no confundir bajar la expectativa con dejarse
estar.
David:
No, no, bajar la expectativa con respecto a la
ansiedad.
Jorge
Olguín: Sí.
David:
Al pensamiento de "¡Uf! Faltan dos horas para que se completen las cuatro del
viaje", ahí me refiero bajar la expectativa.
Jorge
Olguín: Claro, lo entiendo. Lo que pasa que lo dejo grabado para que esté bien
aclarado. No significa dejarnos estar y "Bueno, si no me llama no importa", "Si
no me aprueban el presupuesto no importa", "Si no me llaman de ese trabajo no
importa". No, no, nadie dice eso. Yo quiero fervientemente una respuesta
positiva en lo laboral, en lo afectivo, en lo que sea. Pero no voy a estar
encima del teléfono o encima del e-mail a ver si me mandan un e-mail, no voy a
estar encima. Voy a seguir haciendo lo mío. Porque haga o no haga lo que haga,
valga el juego de palabras, la respuesta que me tengan que dar no la voy a poder
modificar paseándome por la habitación de lado a lado como tigre enjaulado o
sentándome tomando un té leyendo un libro. De las dos maneras el e-mail o la
llamada va a ser la que tenga que
ser.
David:
Sí.
Jorge
Olguín: Entonces, bajo la expectativa, bajo los decibelios y ahí calmo mi
ansiedad.
David:
Ocupo mi mente en alguna actividad.
Jorge
Olguín: Totalmente. O en un deporte o lo que fuera.
David:
Lo que sea, sí.
Jorge
Olguín: Y si ocupándome de ese deporte dejo de atender ese teléfono, bueno, que
me dejen un texto o un mensaje de voz en el celular o que me dejen un e-mail en
mi casilla de correos. Me enteraré cuando vuelva. ¿Qué pasa si me quedo? No voy
para esperar el e-mail y el e-mail no viene o la llamada no
pasó.
David:
Doble frustración.
Jorge
Olguín: Claro porque no me llamaron pero tampoco fui a jugar.
David:
Claro.
Jorge
Olguín: Y me perdí de dar un par de raquetazos de tenis y encima me voy a poner
reactivo con la otra persona: "No me llamó, qué se piensa que soy". O en un
trabajo "Se piensa que yo no sirvo". Y entonces nosotros somos los reactivos.
No, porque no sabemos lo que le pasó a la otra persona. Por ahí la otra persona
tiene mil problemas y no nos llamó o no nos mandó un e-mail porque tenía otra
cosa. Como dije antes, que nosotros dijimos "Te escuche una hora, ahora tengo
que ir a atender un compromiso", quizá la otra persona tenga un compromiso y no
nos pueda mandar un e-mail y nosotros expectantes, expectantes y con una
ansiedad que nos retuerce el estómago como un trapo recién escurrido. Y no es
así, no es así. Pero, ¿de quién depende?
David:
De uno.
Jorge
Olguín: De uno mismo, de uno mismo. Ese es el secreto: siempre depende de
uno.
Para
finalizar, que dependa de uno no significa que uno logre un buen resultado
porque quizá el e-mail va a decir "Discúlpeme, tomamos a otro" o la llamada va a
decir "Lo pensé bien y no quiero seguir saliendo". Puede ser contraria a
nuestras apetencias la llamada o el e-mail. No cambié el futuro pero tampoco me
jalé de los cabellos, igual voy a seguir siendo optimizador: ellos se perdieron
un excelente empleado, la otra persona se perdió una pareja. Pero eso no es ser
egoico como diciendo "Oh, soy lo más grande y me
perdieron a mí", no, no. Es una cuestión de autoestima. La diferencia entre ego
narcisista y autoestima es que autoestima es que nos aceptamos; en cambio, el
ego es infantil. La autoestima no es infantil, el ego es infantil. El narcisista
siempre es infantil, todo ego es infantil. Esa es la diferencia. Cambiando
nuestra actitud y bajando la expectativa vamos a bajar la ansiedad pero no
tenemos una garantía de que cambiemos el futuro o una respuesta pero al cambiar
nosotros una actitud vamos a contagiar a las personas que nos rodean, eso te lo
puedo asegurar, te puedo asegurar que la contagiamos. Así como me comentaste la
semana pasada que el señor de la planta baja de seguridad dijo "Qué buena onda
que tiene ese señor" o algo así.
David:
Sí, no sé qué hace, no lo conozco. No sé ni el nombre pero lo que contagia de
buena onda... Ese tipo es increíble.
Jorge
Olguín: ¿Cuántas veces me vio ese señor? ¿Dos?
David:
Dos. Más que buenos días, buenas tardes no hubo.
Jorge
Olguín: Pero se contagia, ¿no?
David:
Sí, claramente.
Jorge
Olguín: Bueno, eso es lo que yo enseño. Buena onda.
David:
Buena onda.
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