Sunday, July 07, 2013

CONFRONTAR LA MENTE REACTIVA

CONFRONTAR LA MENTE REACTIVA


 
 
 
Psicointegración 31/Ene/2013

Jorge Raúl Olguín y Walter D.




Extensa exposición de casos donde la mente reactiva se expresa a través de los roles del ego. Se aportan soluciones para que la persona no acabe siendo esclava de esos roles del ego suyos o ajenos y consejos para que la mente reactiva de los demás no acaben con nuestra mente analítica. 


Jorge Olguín: Muchas veces lo que aprendemos luego puede ser modificado, con respecto a los roles del ego e incluso con respecto a los engramas.


Hace una década y media, un poco más quizá, se pensaba que acusando recibo a la persona que estaba reactiva la persona se descargaba y su impulsividad verbal o en cuanto a actuación se iba difuminando. Pero tanto en lo personal como tanto a nivel de consultantes he conocido personas que eran un mar tratando de pasar el líquido por un embudo a otro mar y al cabo de un larguísimo periodo seguir viendo que ese mar no se ha desagotado para nada.


El equilibrio nuestro es tan angosto como el filo de una navaja, lo hablamos muchas veces. Si estamos demasiado pendientes de cómo reacciona la otra parte nos atamos al ego de la otra persona, nos esclavizamos de ese ego. Es independiente de buscar la aprobación del otro, acá estamos hablando de que la otra persona no monte en exabruptos, no se exalte al estar dominada por su mente reactiva y uno trata de calmar las aguas. Y a veces se calman las aguas acusando recibo o estando pendiente de la menor inquietud del otro, que no deja de ser pernicioso para uno porque al fin y al cabo nos volvemos esclavos de la otra parte.


Pero si nos vamos al extremo opuesto y somos absolutamente indiferentes, primero que estamos cometiendo un acto hostil, aunque uno puede pensar "Pero la otra persona se lo merece". En realidad no podemos prejuzgar, es decir, quién se merece algo y quién no. Siempre tenemos que tratar de comprender, que no significa avalar, como avalar tampoco significa ser cómplice, son degradaciones. Yo puedo avalar una conducta aunque no la justifique porque quizá la persona tiene algún problema psicológico, entonces avalo su conducta, no significa que sea cómplice de sus actos.


Entonces está la comprensión, que es un compromiso y, valga la paradoja, pero sin comprometerte en sus actitudes. La comprensión es un compromiso de tu parte para con todo ser humano pero no significa que ese compromiso nos haga cómplices de una actitud hostil del otro.


Y en el otro extremo está la indiferencia, que no deja de ser también un lavarse las manos de Poncio Pilatos como diciendo "Bueno, la persona tiene una actitud insoportable, intolerante y me alejo, me desligo de la situación". Es como que estamos dejando a una persona que merece atención. Porque hay muchísimas maneras de atender: prestando el oído, apoyando en una situación en tanto y en cuanto sea para beneficio de la persona. Nunca vamos a apoyar un proyecto hostil.


Y el tema del equilibrio, que es el famoso término medio: ni estoy pendiente ni soy indiferente, voy evaluando momento a momento. Pero cuidado; primero que no somos infalibles, y segundo, que el momento a momento no deja de ser también un desgaste para nosotros.


Y lo que afirmo parecería un contrasentido con algo que afirmé mucho tiempo atrás, que es el estar alertas, donde un joven me decía:

-Profesor, si estamos pendientes de nosotros mismos es un infierno porque es como que estamos vigilando todo el tiempo nuestra conducta.

Mi respuesta era:

-No, porque tú te acostumbras a estar alerta, te acostumbras a ser gentil, a abrir la puerta y ceder el paso a otra persona, a decir gracias, a sonreír, a estar atento. Uno se acostumbra tanto a estar atento, que a diferencia de otras costumbres -el amor, por ejemplo- uno en una relación de pareja se acostumbra y ahí ya suena mal, suena como "me acostumbré", suena a rutina, pero cuando nosotros nos acostumbramos a estar alertas no es rutina.

De repente tengo un juego de llaves. Yo sé dónde las dejo porque estoy alerta. Si yo las busco en mi casa y no las encuentro no soy infalible -Dios es infalible- pero estoy convencido que si yo no las encuentro es porque alguien las cambió de lugar para limpiar o porque tuvo que abrir la puerta y las dejó en otro lado. Y averiguo y es así: alguien las cambió de lugar. Eso es sentirse seguro, eso es estar alerta con uno mismo. Estar alerta es estar pendiente incluso del otro, pero estar pendiente de buena manera.

De repente si yo voy con paquetes por la calle y mi visión es poca voy a ir mirando de no tropezar con nadie, de no incomodar a nadie, de no molestar a nadie, eso no es estar pendiente de la aprobación del otro, eso es ser educado, es ser cortés.


Conozco gente que va con carritos o con paquetes o con un paraguas en día de lluvia y el ganchito del paraguas, si no lo esquivas te lo ponen en el ojo, en tu ojo. Yo, si voy con un paraguas, que generalmente no voy porque me resulta incómodo, busco de levantarlo, de moverlo, de esquivarlo para no lastimar o incomodar a nadie. Y esto no es así pero a veces diera la sensación de que soy uno de los pocos que hace eso. La mayoría de la gente va distraída porque está en su mundo, no está alerta.


Entonces yo le decía a este joven que estar alerta no es un infierno porque uno se acostumbra y después lo hace automáticamente como respirar. Pero no es lo mismo estar pendiente del otro. Cuando estamos en una relación de pareja o con un hermano o con un familiar nosotros nos acostumbramos a estar pendientes de nosotros, de lo que hacemos, pero no sabemos lo que va a hacer el otro porque el otro es un enigma: no sabemos si va a estar hoy de buen genio, de mal genio, de buen talante, de mal talante, de buen humor, de mal humor. No sabemos. Eso es lo que agota.


Entonces repaso la diferencia: Cuando nosotros estamos "despiertos" -que no estamos dormidos- estamos alerta. Quizá no tenemos la comprensión total pero estamos alerta de lo que hacemos, de no incomodar a nadie, de caer en gracia –que no es lo mismo que ser gracioso- pero no lo hacemos por obligación, lo hacemos porque nos gusta, nos satisface, -porque todo lo que se hace por obligación está mal- y nos acostumbramos. Y después en el día a día somos así y contagiamos, contagiamos esa buena onda.

Pero estamos hablando de nosotros. Cuando es una relación de hijo a madre o de esposa a esposo o de hermano a hermano es distinto porque nosotros podemos estar pendientes de no incomodar nosotros pero es como si estuviéramos sentados en un polvorín, en un barril de pólvora, esperando cómo va a venir el otro hoy, si va a estar de buen humor, si va a estar de mal humor, y eso desgasta. Y aunque apliquemos todo nuestro conocimiento nos va a chupar energía. Nos puede llegar a chupar energía de tal manera que podemos caer en cama, agotados.


Alguna vez di un ejemplo. En una época que practicaba artes marciales -y esto lo he comentado muchísimas veces- iba tres veces por semana dos horas. Mi karategui lo exprimías cual trapo y salían gotas como si lo hubiera sumergido en una pileta, tal era el sudor que llevaba encima el karategui. Antes de llegar a casa pasaba por un bar, me tomaba una licuadora entera, dos vasos grandes de licuado de banana y leche. Llegaba a casa, me tomaba un litro de agua y me comía un buen plato de comida. Mi cansancio del 1 al 10 era 10, extremo, pero dormía como un angelito.


Walter: Era un cansancio físico.


Jorge Olguín: Porque era un cansancio físico. El otro cansancio, que yo no diría cansancio mental sino cansancio psicológico, cansancio áurico, es el que agota.


Walter: Me parece que este cansancio es como que no te deja, no te liberas. Haces ejercicio y después descansas tranquilito.


Jorge Olguín: Por mí, como se dice comúnmente, como un angelito.


Walter: El cansancio mental o psicológico no lo puedes dejar porque te quieres relajar y lo tienes en la cabeza dando vueltas.


Jorge Olguín: Está ahí porque encima, los nervios del otro se contagian de la misma manera que se contagia la buena onda. Nosotros, si estamos exentos de roles del ego, entre comillas, podemos ser invulnerables a los nervios del otro, pero en realidad no es así. En realidad lo que hacemos es filtrar, no nos va a afectar tanto, no nos va a afectar tanto pero algo va a llegar.

¿Cómo no va a llegar?, somos seres humanos, somos espíritus teniendo una experiencia humana, claro que nos va a llegar. Nos va a llegar por más dominio y comprensión que tengamos, porque de alguna manera -y esto es doloroso escucharlo- va a exacerbar nuestro ego, porque si la otra persona logra contaminar nuestros nervios con sus nervios es porque nuestro ego le dio cabida.

Pregunta: ¿Cómo nuestro ego le va a dar cabida si estamos exentos de ego? Primero, y esto lo dije hace más de una década y media, el ego no se destruye porque la mente no es un campo de batalla, el ego forma parte de la mente reactiva y está con nosotros todo el tiempo, en cuerpo y en alma, porque en los planos suprafísicos también está el ego.

El ego se integra. Pero el ego asoma porque por más alerta que estemos con nosotros mismos… a ver cómo lo explico; nosotros estamos las 24 horas pendientes de nosotros mismos y como dije hace un ratito nos acostumbramos a estar pendientes al punto tal que después -¡vaya paradoja!- dejamos de estar pendientes porque ya es nuestra forma de ser, ese estar pendientes se transforma en una forma de ser nuestra, adoptamos esa forma de ser, no obligatoriamente, no forzadamente, lo hacemos naturalmente. Pero en el momento que tenemos con nosotros una persona que está reactiva es como que algo hiciera "clic" dentro de nosotros y tenemos que tener un dominio muy alto de nosotros mismos para no entrar en su mundo, que es el mundo reactivo. Hay una frase que dice: "Si tú te pones a discutir con un necio el necio te va a ganar siempre por experiencia". Si te pones a discutir con una persona reactiva no es que la persona reactiva te va a ganar por experiencia, te va a ganar por agotamiento porque la persona reactiva es el famoso mar que no tiene fondo, no se agota nunca.


Walter: Claro. Es al revés que con el necio, es al revés porque es fácil sacarlo a uno y llevarlo a que surja el ego. En cambio, parar a una persona reactiva y que entre en razón es…


Jorge Olguín: Hay una razón y lo voy a explicar. Lo que has dicho es: "Si uno está exento de ego -porque lo tiene integrado- el reactivo te puede sacar a relucir tu ego". En cambio, es mucho más difícil que uno pueda convencer al reactivo a que se calme. ¿Por qué? Porque el que está exento de ego presta atención, escucha. El que está reactivo está aberrado. A=A=A=A y no escucha, no escucha.


Walter: Cerrado a todo lo que no…


Jorge Olguín: El ejemplo que yo digo de la mujer que es presa del halago y que es presa de la crítica:

-Qué bien que te queda este vestido.

-Lo dices para complacerme.

-Bueno, en realidad te quedaría mejor un poquito más holgado.

-Claro, porque me ves gorda.

-No, no, no. En realidad quizá un color más claro.

-¿Por qué dices que no tengo buen gusto?

-Quizá te haría juego con otros zapatos.

-¿Por qué no me dijiste antes de comprármelo que no te gustaba ese color?

Y es un cuento de nunca acabar porque la persona que está reactiva no busca las excusas, las inventa, las inventa para manipular porque te degrada. Y hay un paso más grave todavía: cuando la persona reactiva invalida -porque la persona que está reactiva invalidando es como si tuviera una catana muy filosa, un arma muy filosa-, el famoso "Eres bueno para nada", "No has cobrado ese dinero", "Te toman de tonto", uno baja la escala tonal. Al bajar la escala tonal -hay un juego de la plaza que se llama el "sube y baja", en Buenos Aires, donde se sientan dos chicos, uno en cada punta, y uno sube y el otro baja, uno sube y el otro baja, sube y baja-, esto es lo que sucede cuando estamos vulnerables: baja la escala tonal y sube el ego porque somos vulnerables. Entonces la persona que invalida, cuando baja tu escala tonal, te chupa energía y al chuparte energía asoma tu ego. Y a veces, cuando la persona está muy débil y el ego se apodera de la persona iguala su reactividad y hasta puede discutir muchísimo con la otra persona.


Walter: Se pone al nivel del otro.


Jorge Olguín: Se pone al nivel del otro. Siempre se pone al nivel del que está más abajo.

Otra pregunta: Qué significa, ¿que el mal es más fuerte? ¿Que lo reactivo es más fuerte que lo analítico? Una de las cosas que dije como paradigma –que hay un escritor que abrevó de mi paper para sacar un libro sobre distintas inteligencias-, dije que la mente analítica nuestra, como raza –hablemos de nosotros, del planeta Tierra- puede tener 20.000 años, 30.000 años. La mente reactiva tiene millones de años en nosotros -quizá no en nosotros Homo Sapiens-, en el homínido. Millones de años tiene la mente reactiva. El ejemplo que siempre he dado es que cuando no existía la mente analítica la mente reactiva era útil para el cavernícola porque aparecía el tigre dientes de sable o un mamut y el homínido no iba a pensar "¿Qué hago? ¿Cojo un palo y le pego? ¿Le ganaré? ¿Me comerá?", en el tiempo que pensó eso el tigre ya se lo devoró o el mamut ya lo atropelló con sus cuernos o lo pisó. Entonces tenía décimas de segundo para atacar o escapar, porque si era un pequeño zorrito: "¿Le lanzo una piedra? ¿Le pegaré? ¿Lo atraparé?", cuando pensó ya el zorrito se escondió en su madriguera. Entonces la mente reactiva era útil porque al no pensar -porque la mente reactiva se maneja por impulsos, que es una mente que redescubrí en 1.997, que es la mente reactiva impulsiva, que esa no se conocía- es la que le servía a ese homínido para atrapar su comida o escapar de los peligros. A medida que las épocas fueron pasando ese homínido se hizo pensante: primero el garrote, luego la lanza, luego el arco y las flechas y entre varios podían vencer a un megaterio, a un smilodonte, incluso hasta un mamut. Entonces ya la mente analítica servía para cazar, pero en nuestros genes prima más la mente reactiva que la mente analítica porque está grabada millones de años antes.


Me acuerdo de un caso que lo he comentado un montón de veces y no está mal repasarlo.

Estaba en la parada de un colectivo y había un señor joven con su hijo de tres años y el nene jugaba y el padre le decía "Quédate tranquilo que estamos esperando el colectivo". En un momento dado lo toma de la muñeca, la parte de debajo de la mano, lo levanta hasta su altura y le empieza a patear, a darle puntapiés al nene en las piernas y en la cola. Luego abre las manos y el nene cae como saco, como un saco bruto, ¡paf!, al piso llorando. Pasó uno, dos o tres segundos. Es como que el papá despierta, se da cuenta de lo que hizo, lo levanta al nene y lo cubre de besos: -¡Discúlpame!...

¿Tanto tardó la mente analítica? Eso es lo que yo explico. La mente analítica tiene que ser fuerte como para que no perdamos ese control.


Walter: Yo creo que la mente reactiva está tan dentro nuestro que fluye naturalmente, casi.


Jorge Olguín: "Casi" no. Dejemos el "casi": fluye naturalmente.


Walter: En cambio, la analítica que uno no la desarrolla, no...


Jorge Olguín: Exacto. La mente analítica tiene que ser cultivada permanentemente, permanentemente. ¿Por qué?


Walter: Si no, no aparece, no crece.


Jorge Olguín: Porque si bien yo digo -y no es una contradicción- "Uno se adapta, se acostumbra a estar alerta" al punto tal que después fluimos naturalmente, cordialmente, gentilmente, de forma espontánea, somos caballeros. Lo mismo para la mujer, porque si bien la palabra "caballero" se utiliza desde la época medieval donde el caballero rescataba a la dama y el gentil es el varón, eso no significa que la dama prescinda de cortesía. Por educación en la sociedad es el varón el que tiene que abrir la puerta, es el varón el que retira la silla de la mesa para que la dama se siente, y no me parece mal, para nada, pero es importante que la dama también sea gentil aunque sea con un "Gracias". Y pedir el "Gracias" del otro no es buscar la aprobación del otro, es una cuestión de una regla del plano físico, como el acusar recibo cuando te mandan un e-mail o un saludo o una felicitación.

Uno puede decir "Me molesta cuando del otro lado no te acusan recibo" y los que escuchan pueden pensar "Entonces el profesor también tiene ego, porque al que le molesta es al ego". No; te puede molestar a tu dignidad también porque al fin y al cabo estás haciendo una salutación y no es que busque la aprobación del otro "Gracias por haberme saludado", no, no, no, es una cuestión de respeto mutuo como cuando le corres la silla a la dama para que se siente. Aunque no abra la boca que por lo menos te haga un gesto de gracias con la cara, con el rostro o una sonrisa. O sea, eso no es buscar la aprobación porque tampoco tenemos que tener un microscopio electrónico para buscar el menor detalle, eso sí sería enfermizo, seríamos quisquillosos ya. No, no, quisquilloso dejémoslo para las personas grandes, no para jóvenes como nosotros, jejé. El término medio, el equilibrio, es lo más difícil de lograr. Es estar como en un filo de una navaja y hacer equilibrios como el equilibrista del circo en la soga.


Walter: Y cuando uno ve que está siendo muy atacado por la mente reactiva del otro, ¿qué conviene hacer?, o sea, hay que analizar la situación, porque uno podría... yo veo como que es que el otro está con una espada y uno está con un escudo y dale, dale, y en algún momento el escudo no va aguantar más. Entonces, ¿que habría que hacer?, una de las opciones sería correr y huir...


Jorge Olguín: De entrada, huir no, porque uno lo deja con la palabra en la boca al otro y lo deja con toda la reactividad, acusar recibo sí. Está bien, está bien acusar recibo.


Walter: O decir "La seguimos en la próxima".


Jorge Olguín: No, no, acusar recibo. Yo siempre digo que cuando uno conoce a una persona tiene que tener lo que se dice rapport, eso se usa mucho en ventas. Si una persona me dice: "¿Cómo le va?, tome asiento." y yo le respondo: "Está bien. Muchas gracias.", estoy haciendo rapport con la persona, no levanto más la voz que la persona para no quedar, a lo mejor, como un mal educado y tampoco digo: "Bueno, permiso, me voy a sentar, ¿eh?", porque ahí quedo como un tímido. Aparte, ¿cómo voy a pedir permiso si el otro ya me dio la opción de sentarme?, me dijo: "Siéntese", ¿por qué voy a pedir permiso?


Es lo mismo que las personas -y esto es muy importante porque lo vi en muchas personas-, interrumpen una conferencia o una charla diciendo: "Perdón, le quería preguntar tal cosa". ¿Por qué pedir perdón? ¿Por qué "disculpe, voy a decir algo"?, simplemente levantamos la mano y esperamos que la persona que está dando la charla pare y preguntamos. Pero disculpe o perdón... la persona dirá: "No, no, bien; digo disculpe porque estoy interrumpiéndolo". Y no interrumpas, simplemente levanta la mano. Levantar la mano o un par de dedos haciendo una seña esperando la vista de la persona que está charlando.


Ahora bien, la persona que está reactiva y nos está dando con su espada en nuestro escudo, ¡bum!, ¡bum!, una y otra vez, en este caso no tenemos que hacer rapport de gritar como el otro, en este caso tenemos que tener un tono medido, suave, no digo inaudible pero sí suave, que le va a jugar en contra a la persona que esta reactiva y a favor nuestro porque en este momento le decimos: "No, lo que sucede es que tú te has equivocado porque..." o ni siquiera decir "te has equivocado" porque "te has equivocado" es invalidar; "...porque tú lo has visto de una manera distinta". Como la persona está gritando no te va a escuchar y capaz que como es curiosa va a parar de gritar: -¿Qué?, ¿qué dices? -"No, no, te comentaba que capaz que tu punto de vista es distinto", hablando siempre en tono bajo.

Quizá logres el milagro de que la otra persona baje su tono porque bajaste tu tono y el rapport lo haga la otra persona.


Supongamos que gastamos todas municiones: hablamos bajo, decimos a todo que sí, que a veces decir que sí, como dicen los psiquiatras, no es correcto porque la persona reactiva no es tonta. Hay personas reactivas que son más listas que uno; por ahí te salen con un: "¡Qué!, ¿me estás dando la razón como a los locos?", ahí le tienes que decir: "No, por supuesto que no, simplemente que trato de entender tu punto de vista, y lo podemos debatir", quizá la otra persona acepte debatir y quizá diga:

-Aquí no hay nada que debatir, porque yo digo que es esto, esto, y esto.

-Bueno, está bien, es tu punto de vista.


Si ya están agotadas todas la municiones y la persona sigue reactiva, no por ser menos -porque si uno se siente menos es un rol del ego- le dice: "Permiso, voy al toilette", o "Estoy un poquito ahogado, quiero ir a tomar el aire", lo que fuera. Quizá la otra persona sigue: "Bla, bla, bla; claro, te alejas, no quieres escucharme", capaz que hace dos horas que la estás escuchando y sigue diciendo "No me escuchas, me dejas sola...", pero en ese momento sales, porque si no, te ahogas y te consumes.


La reactividad es como el fuego. Traducido significa que consume el oxigeno de la habitación el fuego, por eso en un incendio cuando hay mucho humo, hay todo de dióxido de carbono, no hay oxigeno, la persona se puede desmayar y hasta entrar en paro respiratorio, en ese caso.

En el caso de la mente reactiva no consume el oxigeno, lo que consume es tu oxígeno espiritual. Si eres una persona hipotensa te puede tirar la presión por debajo de 80-40 y no estoy exagerando. Aclaro que no soy médico. Si eres hipertenso te la puede llevar a 200-100, y eso no me lo va a debatir ningún médico porque conozco casos. Antes de que suceda eso, ir a respirar un poco de aire.


No siempre aplicando la técnica la otra persona cede, no siempre, porque el ser humano es indescifrable.


Walter: Claro.


Jorge Olguín: Sí da resultado en el 95% de los casos, y hay un 5% donde es inmune a cualquier técnica, inmune. De ese 95% que da resultado la técnica de acusar recibo, de no ceder ante el impulso, hay muchos casos donde ese 95% vuelve otra vez a brotar ese impulso. Entonces me van a preguntar: "¿Qué significa, que la técnica no tiene garantía de nada?". No, significa que cada ser humano es único e irrepetible, y a cada ser humano lo tenemos que tratar de una manera distinta.


Voy a un caso muy cómico -que lo comenté más de una vez, que no tiene nada que ver con la mente reactiva pero sí con únicos e irrepetibles- donde un señor en una reunión -estábamos en un cine debate-, y cuando bajamos -y esto te lo habré comentado más de una vez- me dice jactándose:

-Yo conozco todo de la mujer.

Yo voy calmado y le pregunto:

-¿Por qué?

-Cómo ¿por qué?, ¡porque me casé 4 veces!

Le digo:

-¿Dónde está la garantía en eso?, no hay ninguna garantía.

La persona puede haber estado casada cuatro veces, puede haber tenido diez relaciones de pareja más sin casarse. La número once va ser totalmente distinta a las otras diez o a las otras cuatro y no va a conocer nada de qué le gusta, de qué le deja de gustar, si le interesan las caricias, si le interesa que sea suave, si le interesa que sea impulsivo. Lo mismo la mujer como para el varón, ¿eh?, es exactamente lo mismo.


Walter: Claro.


Jorge Olguín: Lo mismo la mujer como para el varón. Entonces, con la mente reactiva es exactamente lo mismo. Yo puedo convivir o conocer una relación de pareja o tener un amigo que es reactivo y sé cómo manejarlo. Que no se tome manejar como manipular, porque somos esclavos de las palabras; manejar, en este caso, vamos a tomar como sinónimo de interpretar, entender cómo tratarlo. Y capaz que tenemos diez amigos reactivos y vamos a tratarlos a todos cada uno a su manera porque nos adecuamos, nos adaptamos. No significa que cedamos a la forma de ser de ellos pero vamos a adaptarnos a cada uno mientras no nos agoten. Si nos agotan, lo más sano es cortar la relación, pero supongamos que no, que no nos agotan, capaz que el amigo número once no lo vamos a poder manejar, no lo vamos a poder tratar porque va a ser intratable porque hay millones de mentes reactivas distintas. Cuando digo millones no me refiero a nombres de mentes reactivas sino a la mente reactiva original, que es la mente reactiva automática, mente reactivo impulsiva, que la descubrí en el año 1997, mente reactiva depresiva, que la descubrí en el 2003... No, no hablo de nombres de mente reactiva, hablo de explosiones de la mente reactiva. Hay millones de formas distintas de explotar.


Walter: Y también es como que cada mente reactiva modelada por los engramas que tenga de haber vivido...


Jorge Olguín: A parte está modelada por los engramas que haya tenido y todo. Y otra cosa más que es importante, que recién lo capto. Así como hay millones de personas con distintas mentes reactivas, puede haber miles de mentes reactivas en una sola persona. Cuando digo miles de mentes reactivas no me refiero a nombres, me refiero a maneras de explotar.


Walter: Reacciones distintas.


Jorge Olguín: Reacciones por situaciones que a lo mejor o a lo peor, no tenían nada que ver. De repente supongamos que la persona es fumadora y sacaste un cenicero para lavarlo y la persona viene con el cigarrillo con ya una colilla y un montón de ceniza:

-Ya te llevaste el cenicero. Por qué no preguntas primero.

Quisiste cooperar porque no puedes estar preguntando cada cosa qué haces: ¿Te parece que me lleve el cenicero?, ¿Te parece que ponga el mantel?, ¿Te parece que te ayude con esto? Porque eso tampoco, eso te va a quitar energía permanentemente.


Pregunta final y terminamos la sesión. ¿Qué pasa si la persona...? -como decían nuestros abuelos- ¿Qué pasa si la persona no tiene remedio? Traducido al español, o como dicen las películas americanas in english, traducido al español significa, si no hay ninguna técnica que pueda vencer su reactividad, porque quizá, y digo quizá entre comillas, la persona tenga su decodificador alterado -para quien que no sabe el término decodificador = mente- alterada y ahí no hay manera, ahí uno tiene las opciones de decir: "Bueno, es lo que elegí" "Es lo que elegí como pareja" "Es lo que elegí como amigo". Y nunca hay que pensar me resigno -porque la palabra resignación suena como a sometimiento, como a que bajo los brazos- no, sino que me voy adecuando, digo. La palabra resignación nunca hay que nombrarla porque suena a no luchar, y luchar no es una mala palabra porque la gente siempre toma luchar como ir a batallar, aquí no se trata de batallar contra nadie sino luchar contra nuestros propios roles de ego para que los roles del otro no nos afecten.


Tratar cada día de sacar un gramo, un gramo aunque sea, del rol del ego de la otra persona y tener la esperanza de que lo vamos a lograr. Porque como yo digo siempre "La meta es la búsqueda": Nos ponemos una meta, cuando llegamos a esa meta no nos vamos a quedar tirados como la cigarra en un árbol tocando la mandolina, vamos a buscar otra meta y otra meta y otra y otra y otra.

-¡Pero eso es un infierno!, otra meta y otra meta. ¡Pero qué día!


No, es al revés, porque si aprendemos a gozar el 'mientras tanto', si aprendemos a gozar la búsqueda nos va a interesar más la búsqueda que la meta en sí. Este es el error de los seres humanos que están con la vista fija en el horizonte, la meta. Y si solamente ven la meta y no gozan en la búsqueda, cuando consigan esa meta se les van las ganas de todo.

Es como aquel que está encaprichado con una chica o aquella chica que está encaprichada con ese joven -pero está encaprichada porque está encandilada-, una vez que lo consigue, besarlo, intimar o lo que fuera, se desanima porque lo único que quería era satisfacer ese ego. Entonces, la vacuna para no estar pendiente de la meta es gozar el 'mientras tanto': gozar el placer de la conquista, gozar el placer del viaje si vamos a cerrar un negocio, gozar lo que estamos haciendo porque sabemos que al día siguiente tenemos que entregar un trabajo.

Y en una relación de amistad o de pareja es exactamente lo mismo: gozar el aplicar nuestros conocimientos en ayudar al otro. Gozarlo, no tomarlo como una tortura.


Walter: O tomarlo como un desafío. Puede ser, ¿no?


Jorge Olguín: Como un desafío sano.


Walter: Claro.


Jorge Olguín: Como un compromiso. Porque hay otra cosa que la sociedad interpreta mal, la palabra compromiso la toma como obligación: "¡Ah!, no, no; yo me comprometí, estoy obligado a". No, no, el compromiso se entiende que es inherente a la persona pero no lo tenemos que tomar como una obligación, porque si lo tomamos como una obligación es un desgaste. El compromiso se toma como un goce y aunque a nivel junguiano, "goce" se toma de otra "manera" -para que los junguianos me entiendan-, bueno, tomémoslo como placer entonces, no lo tomemos como goce, tomémoslo como placer. Entonces, vamos a estar placenteros aplicando nuestro conocimiento en ayudar al otro, lo amemos o no lo amemos, sea nuestra pareja o sea un amigo a quien vamos a apreciar muchísimo, o un desconocido, o quien sea.


Entonces la vida no se nos va a hacer insoportable porque vamos a gozar y vamos a aceptar ese desafío, vamos a recoger el guante, pero no va a ser un duelo contra otro a espadas, tipo mosqueteros, vamos a recoger el guante de desafío contra nuestra propia vida. Y cuando digo contra, lo estoy diciendo en el sentido de ayudarnos a nosotros porque como yo digo siempre, para ayudar al otro primero nos tenemos que ayudar nosotros.

El ejemplo que yo doy siempre, infantil: ¿Cómo me voy a ir de bañero, de guarda vidas a una playa a salvar a alguien si yo no sé nadar? Tengo que aprender a nadar y muy bien, porque incluso el nadador de pileta no siempre sabe nadar en el mar. O sea tengo que tomar un curso de pileta, luego un curso de nadar en el mar y recién voy a ir de bañero.


Entonces, cada día tengo que seguir estudiando, como atrapando ese ego dentro de mí y que mi mente analítica esté al 100%. O sea, que el desafío de recoger el guante es doble: gozar el ayudar al otro y gozar que yo cada día estoy aprendiendo gracias al otro. Eso no significa que al otro yo le tenga que hacer una cucarda por lo que me enseña porque hay días que me deja en cama tirado; ojalá me dejara en cama tirado por amarme pero me deja en cama tirado por agotarme psicológicamente. Pero también eso es un desafío para mí, cada día sentirme menos agotado, cada día sentirme que me saca menos mi energía, cada día soy más inmune pero no inmune por indiferente -la indiferencia está en la acera opuesta al amor, inmune por amor no por indiferencia.


Walter: Por indiferencia sería fácil, es como abandonar, no me importa, no lucho.


Jorge Olguín: Y la lucha no se abandona, porque si uno recoge el guante después no puede abandonar: Do it.