CONFRONTAR LA MENTE
REACTIVA
Psicointegración 31/Ene/2013
Jorge Raúl Olguín y
Walter D.
Extensa
exposición de casos donde la mente reactiva se expresa a través de los roles del
ego. Se aportan soluciones para que la persona no acabe siendo esclava de esos
roles del ego suyos o ajenos y consejos para que la mente reactiva de los demás
no acaben con nuestra mente analítica.
Jorge Olguín:
Muchas veces lo que aprendemos luego puede ser modificado, con respecto a los
roles del ego e incluso con respecto a los engramas.
Hace una década y
media, un poco más quizá, se pensaba que acusando recibo a la persona que estaba
reactiva la persona se descargaba y su impulsividad verbal o en cuanto a
actuación se iba difuminando. Pero tanto en lo personal como tanto a nivel de
consultantes he conocido personas que eran un mar tratando de pasar el líquido
por un embudo a otro mar y al cabo de un larguísimo periodo seguir viendo que
ese mar no se ha desagotado para nada.
El equilibrio
nuestro es tan angosto como el filo de una navaja, lo hablamos muchas veces. Si
estamos demasiado pendientes de cómo reacciona la otra parte nos atamos al ego
de la otra persona, nos esclavizamos de ese ego. Es independiente de buscar la
aprobación del otro, acá estamos hablando de que la otra persona no monte en
exabruptos, no se exalte al estar dominada por su mente reactiva y uno trata de
calmar las aguas. Y a veces se calman las aguas acusando recibo o estando
pendiente de la menor inquietud del otro, que no deja de ser pernicioso para uno
porque al fin y al cabo nos volvemos esclavos de la otra parte.
Pero si nos vamos
al extremo opuesto y somos absolutamente indiferentes, primero que estamos
cometiendo un acto hostil, aunque uno puede pensar "Pero la otra persona se lo
merece". En realidad no podemos prejuzgar, es decir, quién se merece algo y
quién no. Siempre tenemos que tratar de comprender, que no significa avalar,
como avalar tampoco significa ser cómplice, son degradaciones. Yo puedo avalar
una conducta aunque no la justifique porque quizá la persona tiene algún
problema psicológico, entonces avalo su conducta, no significa que sea cómplice
de sus actos.
Entonces está la
comprensión, que es un compromiso y, valga la paradoja, pero sin comprometerte
en sus actitudes. La comprensión es un compromiso de tu parte para con todo ser
humano pero no significa que ese compromiso nos haga cómplices de una actitud
hostil del otro.
Y en el otro
extremo está la indiferencia, que no deja de ser también un lavarse las manos de
Poncio Pilatos como diciendo "Bueno, la persona tiene una actitud insoportable,
intolerante y me alejo, me desligo de la situación". Es como que estamos dejando
a una persona que merece atención. Porque hay muchísimas maneras de atender:
prestando el oído, apoyando en una situación en tanto y en cuanto sea para
beneficio de la persona. Nunca vamos a apoyar un proyecto
hostil.
Y el tema del
equilibrio, que es el famoso término medio: ni estoy pendiente ni soy
indiferente, voy evaluando momento a momento. Pero cuidado; primero que no somos
infalibles, y segundo, que el momento a momento no deja de ser también un
desgaste para nosotros.
Y lo que afirmo
parecería un contrasentido con algo que afirmé mucho tiempo atrás, que es el
estar alertas, donde un joven me decía:
-Profesor, si
estamos pendientes de nosotros mismos es un infierno porque es como que estamos
vigilando todo el tiempo nuestra conducta.
Mi respuesta
era:
-No, porque tú te
acostumbras a estar alerta, te acostumbras a ser gentil, a abrir la puerta y
ceder el paso a otra persona, a decir gracias, a sonreír, a estar atento. Uno se
acostumbra tanto a estar atento, que a diferencia de otras costumbres -el amor,
por ejemplo- uno en una relación de pareja se acostumbra y ahí ya suena mal,
suena como "me acostumbré", suena a rutina, pero cuando nosotros nos
acostumbramos a estar alertas no es rutina.
De repente tengo un
juego de llaves. Yo sé dónde las dejo porque estoy alerta. Si yo las busco en mi
casa y no las encuentro no soy infalible -Dios es
infalible- pero estoy convencido que si yo no las encuentro es porque alguien
las cambió de lugar para limpiar o porque tuvo que abrir la puerta y las dejó en
otro lado. Y averiguo y es así: alguien las cambió de lugar. Eso es sentirse
seguro, eso es estar alerta con uno mismo. Estar alerta es estar pendiente
incluso del otro, pero estar pendiente de buena manera.
De repente si yo
voy con paquetes por la calle y mi visión es poca voy a ir mirando de no
tropezar con nadie, de no incomodar a nadie, de no molestar a nadie, eso no es
estar pendiente de la aprobación del otro, eso es ser educado, es ser
cortés.
Conozco gente que
va con carritos o con paquetes o con un paraguas en día de lluvia y el ganchito
del paraguas, si no lo esquivas te lo ponen en el ojo, en tu ojo. Yo, si voy con
un paraguas, que generalmente no voy porque me resulta incómodo, busco de
levantarlo, de moverlo, de esquivarlo para no lastimar o incomodar a nadie. Y
esto no es así pero a veces diera la sensación de que soy uno de los pocos que
hace eso. La mayoría de la gente va distraída porque está en su mundo, no está
alerta.
Entonces yo le
decía a este joven que estar alerta no es un infierno porque uno se acostumbra y
después lo hace automáticamente como respirar. Pero no es lo mismo estar
pendiente del otro. Cuando estamos en una relación de pareja o con un hermano o
con un familiar nosotros nos acostumbramos a estar pendientes de nosotros, de lo
que hacemos, pero no sabemos lo que va a hacer el otro porque el otro es un
enigma: no sabemos si va a estar hoy de buen genio, de mal genio, de buen
talante, de mal talante, de buen humor, de mal humor. No sabemos. Eso es lo que
agota.
Entonces repaso la
diferencia: Cuando nosotros estamos "despiertos" -que no estamos dormidos-
estamos alerta. Quizá no tenemos la comprensión total pero estamos alerta de lo
que hacemos, de no incomodar a nadie, de caer en gracia –que no es lo mismo que
ser gracioso- pero no lo hacemos por obligación, lo hacemos porque nos gusta,
nos satisface, -porque todo lo que se hace por obligación está mal- y nos
acostumbramos. Y después en el día a día somos así y contagiamos, contagiamos
esa buena onda.
Pero estamos
hablando de nosotros. Cuando es una relación de hijo a madre o de esposa a
esposo o de hermano a hermano es distinto porque nosotros podemos estar
pendientes de no incomodar nosotros pero es como si estuviéramos sentados en un
polvorín, en un barril de pólvora, esperando cómo va a venir el otro hoy, si va
a estar de buen humor, si va a estar de mal humor, y eso desgasta. Y aunque
apliquemos todo nuestro conocimiento nos va a chupar energía. Nos puede llegar a
chupar energía de tal manera que podemos caer en cama,
agotados.
Alguna vez di un
ejemplo. En una época que practicaba artes marciales -y esto lo he comentado
muchísimas veces- iba tres veces por semana dos horas. Mi karategui lo exprimías cual trapo y salían gotas como si lo
hubiera sumergido en una pileta, tal era el sudor que llevaba encima el karategui. Antes de llegar a casa pasaba por un bar, me
tomaba una licuadora entera, dos vasos grandes de licuado de banana y leche.
Llegaba a casa, me tomaba un litro de agua y me comía un buen plato de comida.
Mi cansancio del 1 al 10 era 10, extremo, pero dormía como un
angelito.
Walter: Era un cansancio
físico.
Jorge Olguín:
Porque era un cansancio físico. El otro cansancio, que yo no diría cansancio
mental sino cansancio psicológico, cansancio áurico, es el que
agota.
Walter: Me parece que
este cansancio es como que no te deja, no te liberas. Haces ejercicio y después
descansas tranquilito.
Jorge Olguín: Por
mí, como se dice comúnmente, como un angelito.
Walter: El cansancio
mental o psicológico no lo puedes dejar porque te quieres relajar y lo tienes en
la cabeza dando vueltas.
Jorge Olguín: Está
ahí porque encima, los nervios del otro se contagian de la misma manera que se
contagia la buena onda. Nosotros, si estamos exentos de roles del ego, entre
comillas, podemos ser invulnerables a los nervios del otro, pero en realidad no
es así. En realidad lo que hacemos es filtrar, no nos va a afectar tanto, no nos
va a afectar tanto pero algo va a llegar.
¿Cómo no va a
llegar?, somos seres humanos, somos espíritus teniendo una experiencia humana,
claro que nos va a llegar. Nos va a llegar por más dominio y comprensión que
tengamos, porque de alguna manera -y esto es doloroso escucharlo- va a exacerbar
nuestro ego, porque si la otra persona logra contaminar nuestros nervios con sus
nervios es porque nuestro ego le dio cabida.
Pregunta: ¿Cómo
nuestro ego le va a dar cabida si estamos exentos de ego? Primero, y esto lo
dije hace más de una década y media, el ego no se destruye porque la mente no es
un campo de batalla, el ego forma parte de la mente reactiva y está con nosotros
todo el tiempo, en cuerpo y en alma, porque en los planos suprafísicos también está el ego.
El ego se integra.
Pero el ego asoma porque por más alerta que estemos con nosotros mismos… a ver
cómo lo explico; nosotros estamos las 24 horas pendientes de nosotros mismos y
como dije hace un ratito nos acostumbramos a estar pendientes al punto tal que
después -¡vaya paradoja!- dejamos de estar pendientes porque ya es nuestra forma
de ser, ese estar pendientes se transforma en una forma de ser nuestra,
adoptamos esa forma de ser, no obligatoriamente, no forzadamente, lo hacemos
naturalmente. Pero en el momento que tenemos con nosotros una persona que está
reactiva es como que algo hiciera "clic" dentro de nosotros y tenemos que tener
un dominio muy alto de nosotros mismos para no entrar en su mundo, que es el
mundo reactivo. Hay una frase que dice: "Si tú te pones a discutir con un necio
el necio te va a ganar siempre por experiencia". Si te pones a discutir con una
persona reactiva no es que la persona reactiva te va a ganar por experiencia, te
va a ganar por agotamiento porque la persona reactiva es el famoso mar que no
tiene fondo, no se agota nunca.
Walter: Claro. Es al
revés que con el necio, es al revés porque es fácil sacarlo a uno y llevarlo a
que surja el ego. En cambio, parar a una persona reactiva y que entre en razón
es…
Jorge Olguín: Hay
una razón y lo voy a explicar. Lo que has dicho es: "Si uno está exento de ego
-porque lo tiene integrado- el reactivo te puede sacar a relucir tu ego". En
cambio, es mucho más difícil que uno pueda convencer al reactivo a que se calme.
¿Por qué? Porque el que está exento de ego presta atención, escucha. El que está
reactivo está aberrado. A=A=A=A y no escucha, no escucha.
Walter: Cerrado a todo lo
que no…
Jorge Olguín: El
ejemplo que yo digo de la mujer que es presa del halago y que es presa de la
crítica:
-Qué bien que te
queda este vestido.
-Lo dices para
complacerme.
-Bueno, en realidad
te quedaría mejor un poquito más holgado.
-Claro, porque me
ves gorda.
-No, no, no. En
realidad quizá un color más claro.
-¿Por qué dices que
no tengo buen gusto?
-Quizá te haría
juego con otros zapatos.
-¿Por qué no me
dijiste antes de comprármelo que no te gustaba ese color?
Y es un cuento de
nunca acabar porque la persona que está reactiva no busca las excusas, las
inventa, las inventa para manipular porque te degrada. Y hay un paso más grave
todavía: cuando la persona reactiva invalida -porque la persona que está
reactiva invalidando es como si tuviera una catana muy filosa, un arma muy
filosa-, el famoso "Eres bueno para nada", "No has cobrado ese dinero", "Te
toman de tonto", uno baja la escala tonal. Al bajar la escala tonal -hay un
juego de la plaza que se llama el "sube y baja", en Buenos Aires, donde se
sientan dos chicos, uno en cada punta, y uno sube y el otro baja, uno sube y el
otro baja, sube y baja-, esto es lo que sucede cuando estamos vulnerables: baja
la escala tonal y sube el ego porque somos vulnerables. Entonces la persona que
invalida, cuando baja tu escala tonal, te chupa energía y al chuparte energía
asoma tu ego. Y a veces, cuando la persona está muy débil y el ego se apodera de
la persona iguala su reactividad y hasta puede discutir muchísimo con la otra
persona.
Walter: Se pone al nivel
del otro.
Jorge Olguín: Se
pone al nivel del otro. Siempre se pone al nivel del que está más
abajo.
Otra pregunta: Qué
significa, ¿que el mal es más fuerte? ¿Que lo reactivo es más fuerte que lo
analítico? Una de las cosas que dije como paradigma –que hay un escritor que
abrevó de mi paper para sacar un
libro sobre distintas inteligencias-, dije que la mente analítica nuestra, como
raza –hablemos de nosotros, del planeta Tierra- puede tener 20.000 años, 30.000
años. La mente reactiva tiene millones de años en nosotros -quizá no en nosotros
Homo Sapiens-, en el homínido. Millones de años tiene la mente reactiva. El
ejemplo que siempre he dado es que cuando no existía la mente analítica la mente
reactiva era útil para el cavernícola porque aparecía el tigre dientes de sable
o un mamut y el homínido no iba a pensar "¿Qué hago? ¿Cojo un palo y le pego?
¿Le ganaré? ¿Me comerá?", en el tiempo que pensó eso el tigre ya se lo devoró o
el mamut ya lo atropelló con sus cuernos o lo pisó. Entonces tenía décimas de
segundo para atacar o escapar, porque si era un pequeño zorrito: "¿Le lanzo una
piedra? ¿Le pegaré? ¿Lo atraparé?", cuando pensó ya el zorrito se escondió en su
madriguera. Entonces la mente reactiva era útil porque al no pensar -porque la
mente reactiva se maneja por impulsos, que es una mente que redescubrí en 1.997,
que es la mente reactiva impulsiva, que esa no se conocía- es la que le servía a
ese homínido para atrapar su comida o escapar de los peligros. A medida que las
épocas fueron pasando ese homínido se hizo pensante: primero el garrote, luego
la lanza, luego el arco y las flechas y entre varios podían vencer a un
megaterio, a un smilodonte, incluso hasta un mamut.
Entonces ya la mente analítica servía para cazar, pero en nuestros genes prima
más la mente reactiva que la mente analítica porque está grabada millones de
años antes.
Me acuerdo de un
caso que lo he comentado un montón de veces y no está mal
repasarlo.
Estaba en la parada
de un colectivo y había un señor joven con su hijo de tres años y el nene jugaba
y el padre le decía "Quédate tranquilo que estamos esperando el colectivo". En
un momento dado lo toma de la muñeca, la parte de debajo de la mano, lo levanta
hasta su altura y le empieza a patear, a darle puntapiés al nene en las piernas
y en la cola. Luego abre las manos y el nene cae como saco, como un saco bruto,
¡paf!, al piso llorando. Pasó uno, dos o tres
segundos. Es como que el papá despierta, se da cuenta de lo que hizo, lo levanta
al nene y lo cubre de besos: -¡Discúlpame!...
¿Tanto tardó la
mente analítica? Eso es lo que yo explico. La mente analítica tiene que ser
fuerte como para que no perdamos ese control.
Walter: Yo creo que la
mente reactiva está tan dentro nuestro que fluye
naturalmente, casi.
Jorge Olguín:
"Casi" no. Dejemos el "casi": fluye naturalmente.
Walter: En cambio, la
analítica que uno no la desarrolla, no...
Jorge Olguín:
Exacto. La mente analítica tiene que ser cultivada permanentemente,
permanentemente. ¿Por qué?
Walter: Si no, no
aparece, no crece.
Jorge Olguín:
Porque si bien yo digo -y no es una contradicción- "Uno se adapta, se acostumbra
a estar alerta" al punto tal que después fluimos naturalmente, cordialmente,
gentilmente, de forma espontánea, somos caballeros. Lo mismo para la mujer,
porque si bien la palabra "caballero" se utiliza desde la época medieval donde
el caballero rescataba a la dama y el gentil es el varón, eso no significa que
la dama prescinda de cortesía. Por educación en la sociedad es el varón el que
tiene que abrir la puerta, es el varón el que retira la silla de la mesa para
que la dama se siente, y no me parece mal, para nada, pero es importante que la
dama también sea gentil aunque sea con un "Gracias". Y pedir el "Gracias" del
otro no es buscar la aprobación del otro, es una cuestión de una regla del plano
físico, como el acusar recibo cuando te mandan un e-mail o un saludo o una
felicitación.
Uno puede decir "Me
molesta cuando del otro lado no te acusan recibo" y los que escuchan pueden
pensar "Entonces el profesor también tiene ego, porque al que le molesta es al
ego". No; te puede molestar a tu dignidad también porque al fin y al cabo estás
haciendo una salutación y no es que busque la aprobación del otro "Gracias por
haberme saludado", no, no, no, es una cuestión de respeto mutuo como cuando le
corres la silla a la dama para que se siente. Aunque no abra la boca que por lo
menos te haga un gesto de gracias con la cara, con el rostro o una sonrisa. O
sea, eso no es buscar la aprobación porque tampoco tenemos que tener un
microscopio electrónico para buscar el menor detalle, eso sí sería enfermizo,
seríamos quisquillosos ya. No, no, quisquilloso dejémoslo para las personas
grandes, no para jóvenes como nosotros, jejé. El
término medio, el equilibrio, es lo más difícil de lograr. Es estar como en un
filo de una navaja y hacer equilibrios como el equilibrista del circo en la
soga.
Walter: Y cuando uno ve
que está siendo muy atacado por la mente reactiva del otro, ¿qué conviene
hacer?, o sea, hay que analizar la situación, porque uno podría... yo veo como
que es que el otro está con una espada y uno está con un escudo y dale, dale, y
en algún momento el escudo no va aguantar más. Entonces, ¿que habría que hacer?, una de las opciones sería correr y
huir...
Jorge Olguín: De
entrada, huir no, porque uno lo deja con la palabra en la boca al otro y lo deja
con toda la reactividad, acusar recibo sí. Está bien, está bien acusar
recibo.
Walter: O decir "La
seguimos en la próxima".
Jorge Olguín: No,
no, acusar recibo. Yo siempre digo que cuando uno conoce a una persona tiene que
tener lo que se dice rapport, eso se usa mucho
en ventas. Si una persona me dice: "¿Cómo le va?, tome asiento." y yo le
respondo: "Está bien. Muchas gracias.", estoy haciendo rapport con la persona, no
levanto más la voz que la persona para no quedar, a lo mejor, como un mal
educado y tampoco digo: "Bueno, permiso, me voy a sentar, ¿eh?", porque ahí
quedo como un tímido. Aparte, ¿cómo voy a pedir permiso si el otro ya me dio la
opción de sentarme?, me dijo: "Siéntese", ¿por qué voy a pedir
permiso?
Es lo mismo que las
personas -y esto es muy importante porque lo vi en muchas personas-, interrumpen
una conferencia o una charla diciendo: "Perdón, le quería preguntar tal cosa".
¿Por qué pedir perdón? ¿Por qué "disculpe, voy a decir algo"?, simplemente
levantamos la mano y esperamos que la persona que está dando la charla pare y
preguntamos. Pero disculpe o perdón... la persona dirá: "No, no, bien; digo
disculpe porque estoy interrumpiéndolo". Y no interrumpas, simplemente levanta
la mano. Levantar la mano o un par de dedos haciendo una seña esperando la vista
de la persona que está charlando.
Ahora bien, la
persona que está reactiva y nos está dando con su espada en nuestro escudo,
¡bum!, ¡bum!, una y otra vez, en este caso no tenemos que hacer
rapport de gritar como el
otro, en este caso tenemos que tener un tono medido, suave, no digo inaudible
pero sí suave, que le va a jugar en contra a la persona que esta reactiva y a
favor nuestro porque en este momento le decimos: "No, lo que sucede es que tú te
has equivocado porque..." o ni siquiera decir "te has equivocado" porque "te has
equivocado" es invalidar; "...porque tú lo has visto de una manera distinta".
Como la persona está gritando no te va a escuchar y capaz que como es curiosa va
a parar de gritar: -¿Qué?, ¿qué dices? -"No, no, te comentaba que capaz que tu
punto de vista es distinto", hablando siempre en tono bajo.
Quizá logres el
milagro de que la otra persona baje su tono porque bajaste tu tono y el
rapport lo haga la otra
persona.
Supongamos que
gastamos todas municiones: hablamos bajo, decimos a todo que sí, que a veces
decir que sí, como dicen los psiquiatras, no es correcto porque la persona
reactiva no es tonta. Hay personas reactivas que son más listas que uno; por ahí
te salen con un: "¡Qué!, ¿me estás dando la razón como a los locos?", ahí le
tienes que decir: "No, por supuesto que no, simplemente que trato de entender tu
punto de vista, y lo podemos debatir", quizá la otra persona acepte debatir y
quizá diga:
-Aquí no hay nada
que debatir, porque yo digo que es esto, esto, y esto.
-Bueno, está bien,
es tu punto de vista.
Si ya están
agotadas todas la municiones y la persona sigue reactiva, no por ser menos
-porque si uno se siente menos es un rol del ego- le dice: "Permiso, voy al
toilette", o "Estoy un
poquito ahogado, quiero ir a tomar el aire", lo que fuera. Quizá la otra persona
sigue: "Bla, bla, bla; claro, te alejas, no quieres escucharme", capaz que
hace dos horas que la estás escuchando y sigue diciendo "No me escuchas, me
dejas sola...", pero en ese momento sales, porque si no, te ahogas y te
consumes.
La reactividad es
como el fuego. Traducido significa que consume el oxigeno de la habitación el fuego, por eso en un incendio
cuando hay mucho humo, hay todo de dióxido de carbono, no hay oxigeno, la persona se puede desmayar y hasta entrar en paro
respiratorio, en ese caso.
En el caso de la
mente reactiva no consume el oxigeno, lo que consume
es tu oxígeno espiritual. Si eres una persona hipotensa te puede tirar la
presión por debajo de 80-40 y no estoy exagerando. Aclaro que no soy médico. Si
eres hipertenso te la puede llevar a 200-100, y eso no me lo va a debatir ningún
médico porque conozco casos. Antes de que suceda eso, ir a respirar un poco de
aire.
No siempre
aplicando la técnica la otra persona cede, no siempre, porque el ser humano es
indescifrable.
Walter:
Claro.
Jorge Olguín: Sí da
resultado en el 95% de los casos, y hay un 5% donde es inmune a cualquier
técnica, inmune. De ese 95% que da resultado la técnica de acusar recibo, de no
ceder ante el impulso, hay muchos casos donde ese 95% vuelve otra vez a brotar
ese impulso. Entonces me van a preguntar: "¿Qué significa, que la técnica no
tiene garantía de nada?". No, significa que cada ser humano es único e
irrepetible, y a cada ser humano lo tenemos que tratar de una manera
distinta.
Voy a un caso muy
cómico -que lo comenté más de una vez, que no tiene nada que ver con la mente
reactiva pero sí con únicos e irrepetibles- donde un señor en una reunión
-estábamos en un cine debate-, y cuando bajamos -y esto te lo habré comentado
más de una vez- me dice jactándose:
-Yo conozco todo de
la mujer.
Yo voy calmado y le
pregunto:
-¿Por
qué?
-Cómo ¿por qué?,
¡porque me casé 4 veces!
Le
digo:
-¿Dónde está la
garantía en eso?, no hay ninguna garantía.
La persona puede
haber estado casada cuatro veces, puede haber tenido diez relaciones de pareja
más sin casarse. La número once va ser totalmente distinta a las otras diez o a
las otras cuatro y no va a conocer nada de qué le gusta, de qué le deja de
gustar, si le interesan las caricias, si le interesa que sea suave, si le
interesa que sea impulsivo. Lo mismo la mujer como para el varón, ¿eh?, es
exactamente lo mismo.
Walter:
Claro.
Jorge Olguín: Lo
mismo la mujer como para el varón. Entonces, con la mente reactiva es
exactamente lo mismo. Yo puedo convivir o conocer una relación de pareja o tener
un amigo que es reactivo y sé cómo manejarlo. Que no se tome manejar como
manipular, porque somos esclavos de las palabras; manejar, en este caso, vamos a
tomar como sinónimo de interpretar, entender cómo tratarlo. Y capaz que tenemos
diez amigos reactivos y vamos a tratarlos a todos cada uno a su manera porque
nos adecuamos, nos adaptamos. No significa que cedamos a la forma de ser de
ellos pero vamos a adaptarnos a cada uno mientras no nos agoten. Si nos agotan,
lo más sano es cortar la relación, pero supongamos que no, que no nos agotan,
capaz que el amigo número once no lo vamos a poder manejar, no lo vamos a poder
tratar porque va a ser intratable porque hay millones de mentes reactivas
distintas. Cuando digo millones no me refiero a nombres de mentes reactivas sino
a la mente reactiva original, que es la mente reactiva automática, mente
reactivo impulsiva, que la descubrí en el año 1997, mente reactiva depresiva,
que la descubrí en el 2003... No, no hablo de nombres de mente reactiva, hablo
de explosiones de la mente reactiva. Hay millones de formas distintas de
explotar.
Walter: Y también es como
que cada mente reactiva modelada por los engramas que tenga de haber
vivido...
Jorge Olguín: A
parte está modelada por los engramas que haya tenido y todo. Y otra cosa más que
es importante, que recién lo capto. Así como hay millones de personas con
distintas mentes reactivas, puede haber miles de mentes reactivas en una sola
persona. Cuando digo miles de mentes reactivas no me refiero a nombres, me
refiero a maneras de explotar.
Walter: Reacciones
distintas.
Jorge Olguín:
Reacciones por situaciones que a lo mejor o a lo peor, no tenían nada que ver.
De repente supongamos que la persona es fumadora y sacaste un cenicero para
lavarlo y la persona viene con el cigarrillo con ya una colilla y un montón de
ceniza:
-Ya te llevaste el
cenicero. Por qué no preguntas primero.
Quisiste cooperar
porque no puedes estar preguntando cada cosa qué haces: ¿Te parece que me lleve
el cenicero?, ¿Te parece que ponga el mantel?, ¿Te parece que te ayude con esto?
Porque eso tampoco, eso te va a quitar energía
permanentemente.
Pregunta final y
terminamos la sesión. ¿Qué pasa si la persona...? -como decían nuestros abuelos-
¿Qué pasa si la persona no tiene remedio? Traducido al español, o como dicen las
películas americanas in english, traducido al
español significa, si no hay ninguna técnica que pueda vencer su reactividad,
porque quizá, y digo quizá entre comillas, la persona tenga su decodificador
alterado -para quien que no sabe el término decodificador = mente- alterada y
ahí no hay manera, ahí uno tiene las opciones de decir: "Bueno, es lo que elegí"
"Es lo que elegí como pareja" "Es lo que elegí como amigo". Y nunca hay que
pensar me resigno -porque la palabra resignación suena como a sometimiento, como
a que bajo los brazos- no, sino que me voy adecuando, digo. La palabra
resignación nunca hay que nombrarla porque suena a no luchar, y luchar no es una
mala palabra porque la gente siempre toma luchar como ir a batallar, aquí no se
trata de batallar contra nadie sino luchar contra nuestros propios roles de ego
para que los roles del otro no nos afecten.
Tratar cada día de
sacar un gramo, un gramo aunque sea, del rol del ego de la otra persona y tener
la esperanza de que lo vamos a lograr. Porque como yo digo siempre "La meta es
la búsqueda": Nos ponemos una meta, cuando llegamos a esa meta no nos vamos a
quedar tirados como la cigarra en un árbol tocando la mandolina, vamos a buscar
otra meta y otra meta y otra y otra y otra.
-¡Pero eso es un
infierno!, otra meta y otra meta. ¡Pero qué día!
No, es al revés,
porque si aprendemos a gozar el 'mientras tanto', si aprendemos a gozar la
búsqueda nos va a interesar más la búsqueda que la meta en sí. Este es el error
de los seres humanos que están con la vista fija en el horizonte, la meta. Y si
solamente ven la meta y no gozan en la búsqueda, cuando consigan esa meta se les
van las ganas de todo.
Es como aquel que
está encaprichado con una chica o aquella chica que está encaprichada con ese
joven -pero está encaprichada porque está encandilada-, una vez que lo consigue,
besarlo, intimar o lo que fuera, se desanima porque lo único que quería era
satisfacer ese ego. Entonces, la vacuna para no estar pendiente de la meta es
gozar el 'mientras tanto': gozar el placer de la conquista, gozar el placer del
viaje si vamos a cerrar un negocio, gozar lo que estamos haciendo porque sabemos
que al día siguiente tenemos que entregar un trabajo.
Y en una relación
de amistad o de pareja es exactamente lo mismo: gozar el aplicar nuestros
conocimientos en ayudar al otro. Gozarlo, no tomarlo como una
tortura.
Walter: O tomarlo como un
desafío. Puede ser, ¿no?
Jorge Olguín: Como
un desafío sano.
Walter:
Claro.
Jorge Olguín: Como
un compromiso. Porque hay otra cosa que la sociedad interpreta mal, la palabra
compromiso la toma como obligación: "¡Ah!, no, no; yo me comprometí, estoy
obligado a". No, no, el compromiso se entiende que es inherente a la persona
pero no lo tenemos que tomar como una obligación, porque si lo tomamos como una
obligación es un desgaste. El compromiso se toma como un goce y aunque a nivel
junguiano, "goce" se toma de otra "manera" -para que
los junguianos me entiendan-, bueno, tomémoslo como
placer entonces, no lo tomemos como goce, tomémoslo como placer. Entonces, vamos
a estar placenteros aplicando nuestro conocimiento en ayudar al otro, lo amemos
o no lo amemos, sea nuestra pareja o sea un amigo a quien vamos a apreciar
muchísimo, o un desconocido, o quien sea.
Entonces la vida no
se nos va a hacer insoportable porque vamos a gozar y vamos a aceptar ese
desafío, vamos a recoger el guante, pero no va a ser un duelo contra otro a
espadas, tipo mosqueteros, vamos a recoger el guante de desafío contra nuestra
propia vida. Y cuando digo contra, lo estoy diciendo en el sentido de ayudarnos
a nosotros porque como yo digo siempre, para ayudar al otro primero nos tenemos
que ayudar nosotros.
El ejemplo que yo
doy siempre, infantil: ¿Cómo me voy a ir de bañero, de guarda vidas a una playa
a salvar a alguien si yo no sé nadar? Tengo que aprender a nadar y muy bien,
porque incluso el nadador de pileta no siempre sabe nadar en el mar. O sea tengo
que tomar un curso de pileta, luego un curso de nadar en el mar y recién voy a
ir de bañero.
Entonces, cada día
tengo que seguir estudiando, como atrapando ese ego dentro de mí y que mi mente
analítica esté al 100%. O sea, que el desafío de recoger el guante es doble:
gozar el ayudar al otro y gozar que yo cada día estoy aprendiendo gracias al
otro. Eso no significa que al otro yo le tenga que hacer una cucarda por lo que
me enseña porque hay días que me deja en cama tirado; ojalá me dejara en cama
tirado por amarme pero me deja en cama tirado por agotarme psicológicamente.
Pero también eso es un desafío para mí, cada día sentirme menos agotado, cada
día sentirme que me saca menos mi energía, cada día soy más inmune pero no
inmune por indiferente -la indiferencia está en la acera opuesta al amor, inmune
por amor no por indiferencia.
Walter: Por indiferencia
sería fácil, es como abandonar, no me importa, no lucho.
Jorge
Olguín: Y la lucha no se abandona, porque si uno recoge el guante después no
puede abandonar: Do
it.
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